Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe

Texto de urgencia. Conversación con un preso político

El 20 de septiembre de 2015 no es una fecha más en el calendario para Rigoberto Juárez y Domingo Baltazar. Es la fecha próxima al cumplimiento de seis meses de prisión en una cárcel de Guatemala capital.

Estos dos líderes qanjobales están muy cerca del centro del poder que les encarcela, y muy lejos de sus territorios ancestrales en el extremo occidental de Guatemala, el país de la eterna primavera, aunque esta siempre se retrasa para los pueblos indígenas.

Con motivo de un encuentro que reúne en estos días a delegaciones de Bolivia, Ecuador, Colombia, así como Cataluña, País Vasco y el Estado español, y de la propia Guatemala, se plantea la obligación moral y política de visitar a estas dos autoridades perseguidas por el Estado e injustamente encarceladas. Una muestra de solidaridad entre las personas y los pueblos, una forma de gritar ante la injusticia de estos encarcelamientos. Porque la criminalización y persecución política en Guatemala ni siquiera a partir de los Acuerdos de Paz han desaparecido; al contrario, en los últimos años, al hilo de la instauración del neoliberalismo en su sentido más ortodoxo, del desembarco de múltiples transnacionales mineras o energéticas y de la venta barata de este país a las mismas, estos hechos han aumentado. Recuperando métodos viejos, han vuelto los asesinatos, los heridos, las amenazas y coacciones, la represión de la protesta, el soborno, el chantaje y la cooptación. Y la existencia de la figura del preso político. Autoridades y líderes comunitarios indígenas son encarcelados con acusaciones construidas ad hoc para este fin, con dos objetivos principales: la represión sobre los liderazgos para tratar de disminuir la fuerza de las comunidades, de la protesta; y, como forma de castigo hacia quienes con su actuación conse- cuente siguen al frente de las luchas por la defensa del territorio, la madre tierra y la vida. Como señala Rigoberto en nuestra conversación con un frío enrejado por medio, «no hay otra», porque la defensa del territorio y la vida es fundamental.

Entrar en una cárcel hacinada de miles de historias individuales siempre ocasiona cierto encogimiento de aquellas personas que estamos fuera, que sabemos que entramos para un rato. Sin embargo, entrar aquí, cuando la visita es a autoridades perseguidas, acosadas y encarceladas por un Estado radicalmente injusto y servil a intereses económicos, es doblemente emotivo. De una parte la congoja que suponen los espacios de rejas, alambradas y hormigón y al otro lado, una persona que despide fuerza y energía que tu recoges para llevar, en su nombre, al exterior; de otra parte, la reafirmación escuchando su historia de la radicalidad de la mentira, de la construcción de acusaciones falsas y del injusto sistema dominante.
 
Rigoberto Juárez, con quien esa delegación internacional que visitó la prisión, pudo mantener una larga conversación, reiterando su compromiso con la lucha realizada y con la que seguirá realizándose, su compromiso con las comunidades, con el pueblo qanjobal y los demás pueblos de esta Guatemala, tantas veces olvidada por el mundo. Son palabras calmadas, suaves y sabias que trasladan a quienes estamos al otro lado de las rejas el convencimiento de estar escuchando a una autoridad en el sentido ancestral de la palabra, y no como el sistema la ha prostituido convirtiendo esa autoridad en poder represor y corrupto; se escucha a un líder no solo con fuerza política en las ideas que expresa, sino sobre todo con fuerza ética. Algo que la clase política y económica nunca entenderá y que, precisamente, por ello está en la raíz y explica su acción represora, hostil a las palabras sabias que provienen de las comunidades y que ahora expresan líderes como Rigoberto.

Pero esa reiteración del compromiso no es ya solo individual, sino colectivo al juntarse con el que crece y se desarrolla en la delegación con quien conversa. Y se expresa en el convencimiento de que la lucha por la defensa de los territorios y por las posibilidades de que en estos se desarrolle la vida plena merece la pena y debe ser obligación de todas las personas que formamos las mayorías históricamente marginadas por las minorías dominantes.

Nos vamos de esta cárcel y mientras damos la espalda a esos muros se mantienen los ecos de las palabras pronunciadas por Rigoberto Juárez. Y crece el compromiso por extender la solidaridad que denuncia injusticias como la existencia de presos políticos en Guatemala. También contra el encarcelamiento que supone para los pueblos hoy sentir permanentemente las violaciones a sus territorios, a los derechos individuales y colectivos, a la vida. Reafirmamos el compromiso.

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