Josu Iraeta
Escritor

Togados, obispos y políticos franquistas

Tengo sobre mi mesa un archivo relativamente bien organizado en el que, con un poco de esfuerzo, puede uno reverdecer situaciones y hechos que bien pueden servir para analizar el presente. Si hacemos caso del pasado reciente, resulta decepcionante comprobar cuan débil y poco fiable es la memoria de algunos españoles. Quizá se debiera analizar hasta qué nivel está presente el «autismo» entre quienes están escenificando –inducidos por sus «dirigentes»– una penosa imagen de la democracia española.

Resulta significativo la destacada presencia de togados tratando de legitimar un movimiento que ignora las imágenes –exhibidas en todo el mundo– de independistas catalanes ofreciendo flores a las «Fuerzas de Seguridad» españolas.

No quiero ignorar a los muchos expertos en derecho –que desde hace algún tiempo– temen pronunciarse en público.

Su opinión mantiene, entre otras graves observaciones, que el lugar que corresponde socialmente al oficio de jurista es un discreto segundo plano. Dicen no ser conveniente el que los jueces desplacen a los políticos de los rotativos porque eso indica crispación social, que –en mi opinión– es lo que buscan quienes se manifiestan con o sin toga, ante los juzgados.

Este inapropiado proceder no es exclusivo de los togados, algo similar puede afirmarse de los obispos españoles. Obispos reacios a cumplir los mandamientos que exigen al prójimo.

Su praxis indecorosa e insolidaria los denuncia, hoy ignoran lo que durante siglos tuvieron como bandera la contrición. Ni representan a quien dicen, ni son lo que dicen ser.

Esta concatenación de hechos reaccionarios evidencia la presencia del dictador Franco en el imaginario colectivo y en los modos de hacer política de la extrema derecha española, escenificada por el binomio PP-Vox.

Es evidente que con el clima catastrofista y apocalíptico que tratan de imbuir en la sociedad española, lanzando proclamas, no sólo contra la Ley de Amnistía, también sobre la presunta destrucción de la familia, de los matrimonios entre homosexuales, o el «derrumbamiento» de España a raíz de la situación en Cataluña.

No hay tortilla sin huevo ni alumno sin maestro. Así pues, tampoco debiera extrañar lo que hoy ocurre con el ejemplo dado por diferentes miembros de la Casa Real, sobresaliendo el octogenario que siempre hizo lo que quiso, pues habiendo sido educado desde los diez años en un entorno rígidamente franquista, el resultado no podía ser otro.

Quienes hoy tratan de obtener fuera de las urnas lo que no consiguieron en ellas son producto lógico del ejemplo dado –no solo– por la Casa Real, también por diferentes personajes que «pernoctaron» durante años en La Moncloa. Personajes como Felipe González y José María Aznar entre otros. Un oportunista que gestionó desde La Moncloa años de corrupción, terminando su mandato haciéndose acreedor a la X del GAL, el primero. Y un desconocido y nada carismático que mamó el franquismo desde su infancia y cuando tuvo la mayoría absoluta recuperó el autoritarismo que llevaba dentro, el segundo.

Si el primero quiso emular a Franco «por la izquierda», heredando un carisma del que mucha gente estaba necesitada. Supo seducir a la masa española con un mensaje de «salvación y regeneración», es decir, exactamente lo contrario de lo que hizo.

El segundo se presentó como un cruzado de la unidad y de la grandeza de España. Campeón de la lucha «antiterrorista» y único interprete de la Constitución que antes había denigrado.

 El PP en su andadura gobernante, tiene por costumbre secuestrar la democracia. Hoy, desde la oposición se ha situado en las antípodas de cualquier sistema que se asemeje a un régimen democrático, y lo triste es que no está solo.

La culpa siempre la tienen otros, pero acaso aquella promesa del señor Zapatero dirigida a los catalanes en Barcelona, el 1 de noviembre de 2003, ¿no era constitucional? Aquello de: «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán». ¿Lo recuerdan?

¿Dónde está hoy el PSOE? ¿Cuántos PSOE hay? ¿Debe aceptarse la ilegalización de un gobierno democrático para evitar la pérdida de escaños en el Congreso? Lo dicho, la culpa siempre la tienen otros, pero hay mucho que analizar.

El tiempo transcurre inmisericorde, y aquellas aguas han traído estos lodos. La historia se repite tozuda, nadie aprende en cabeza ajena.

Hoy nadie recuerda a Fraga Iribarne, pero fue él quien mostró el camino a seguir con su extremismo franquista. Son los nuevos acólitos de los Franco, Fraga y otros «insignes cofrades» los que suponen un freno que evita que los españoles avancen en democracia.

No parece propio de un país que se dice democrático el que aún no se hayan recuperado tantos y tantos cadáveres «desaparecidos» del franquismo, que continúan enterrados en fosas comunes. El olvido no es el camino.

Toda esta serie de razones que expongo me hacen llegar a la convicción de que la estrategia actual del PP necesita de la violencia y el enfrentamiento. No puede ser de otra forma, buscan la crispación y se provoca la desestabilización social.

Siempre creí que lobos y zorros, no yacían juntos, pero observando el «amancebamiento» de unos y otros, ya no sé qué decir. Quizá convenga recurrir a Cervantes y recordar al jinete de Rocinante dirigiéndose a su escudero diciéndole: «Cosas veredes, amigo Sancho».

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