Tras la muralla, los otros
Este pasado sábado Bilbo, Gasteiz, Iruñea y Donostia se sumaron a la Marcha Europea por las personas migrantes y refugiadas. Bajo el lema “Ongi Etorri Errefuxiatuak”, se dio una auténtica muestra de solidaridad por los derechos de las refugiadas, un grito reivindicativo y de esperanza por una sociedad más justa, que quiere acoger y reconocer.
Hace unos meses veíamos con horror como el gobierno de extrema derecha de Hungría mandaba construir una valla contra las personas migrantes, todo un ejemplo que inspiró después a otros gobiernos a su vez. Y es que la ideología de extrema derecha y xenófoba cada vez está más presente, las vallas en las fronteras de Europa no son nuevas, el tratamiento a las personas migrantes como seres sin derechos no es nuevo, son una copia de las que tenemos en el Estado Español, en África. Son una copia de las vallas de Ceuta y Melilla que fueron construidas en los años 90 sin televisiones ni medios de comunicación que diesen la noticia, porque los grandes medios y las televisiones decidieron que eso no era noticia, pero están ahí. Y sirven para separarnos. Las personas migrantes quieren, necesitan, cruzar el estrecho y lo han hecho con un inmenso precio en vidas, entre 1988 y 2013 más de 21.000 personas han muerto en el estrecho; no sabremos nunca cuantas han desaparecido porque ningún estado hará esas cuentas.
Europa trata a las personas migrantes como un peligro, como una carga, convirtiéndonos en ciegos ante su dolor. Deshumanizando. La estrategia es muy sencilla, consiste en la construcción de un discurso que se asienta sobre el dúo “nosotros” y los “otros”, categorías creadas a partir de prejuicios, estereotipos y generalidades. Esta fórmula simplifica la realidad y nos “ayuda” a entender lo que pasa y nos da las pistas sobre lo que está bien y mal, sobre quiénes son los buenos y quiénes los malos. Los otros son criminalizados sistemáticamente, y así se ha ido construyendo durante décadas un discurso hegemónico racista que hace que Europa sea imaginada como una comunidad homogénea, llena de europeos blancos, cristianos y “civilizados”. En el otro lado, totalmente opuesto y enfrentado, están los pobres, los inferiores, los que quieren invadirnos, la amenaza, el problema. Un mensaje tendencioso donde se les presenta como objetos y no como sujetos que nos impide ver, además, personas o Derechos Humanos.
Desgraciadamente, de “ellos” más de 4.000 han quedado en el camino, muertos en aguas del Mediterráneo, o cientos de miles esperando en las fronteras en condiciones deplorables, esperando que los estados democráticos de la Unión Europea hagan honor a su nombre. La Unión Europea aprobó el 23 de septiembre de 2015 un plan de Acciones Prioritarias para responder a la crisis humanitaria de las personas refugiadas. La más importante era la reubicación de 160.000 solicitantes de asilo desde Italia y Grecia a otros estados, pero, de momento sólo han sido 583 las personas reubicadas. La UE,con 500 millones de habitantes,ha recibido hasta el pasado 21 de diciembre a 1.006.000 personas (de ellas, 942.400 solicitantes de asilo).
La actuación del estado español tampoco ha estado a la altura de las necesidades de la crisis, ni por su aportación económica ni por su disposición a acoger a las personas refugiadas. La aportación económica española es la mitad que la de Noruega, o la tercera parte que los Países Bajos, estados con un PIB mucho menor que el nuestro y muy por debajo de Alemania o Reino Unido, (damos menos del 10% de los que aportan estos países). El estado español tenía que acoger a 15.000 personas refugiadas, pero siguen sin llegar, apenas unas decenas, mientras la situación en los campamentos es de escasez, frio y desamparo. Europa sigue apostando por la disuasión en vez de por poner en marcha un plan de salvamento ambicioso y de invertir en mejorar la capacidad de acogida. No sólo no están dando una respuesta adecuada, es que están contribuyendo a empeorar la crisis.
Las políticas con un enfoque de Derechos Humanos deberían ser nuestra prioridad, pero no parecen serlo para el PP, el PSE o el PNV, que votaron en contra de una propuesta presentada en las Juntas Generales de Bizkaia, que instaba al Gobierno español a eliminar las vallas de Ceuta y Melilla para poder acoger a las personas migrantes. Solo EHbildu votó a favor, por lo que fue rechazada. Hubiera sido sencillo, fácil y hubieran demostrado sensibilidad ante el sufrimiento de miles de personas. Como dice Van Dijk, catedrático y fundador del Análisis Crítico del Discurso: “Se habla de los problemas que los inmigrantes provocan, pero nada de atención a lo que nosotros provocamos con nuestro racismo”.