Iñaki Z. Armendariz
Periodista

Trump style in Eusko Jaurlaritza

Tiene mucho eco mediático que Donald Trump nombre responsable de medio ambiente a un negacionista del cambio climático y tome decisiones similares a troche y moche. Hasta nos hace gracia, je, je, está un poco pirao...

Pero ¿y el «trumpismo» a la vasca? Véase el caso de Ernesto Martínez de Cabredo que siendo gerente de Amenabar ha sido recolocado como director general de la Agencia del Agua (URA). ¿Un gerente de una macro constructora, destructora del medio ambiente allí donde el negocio lo requiera, responsable de nuestras aguas y ambiente natural? Parece un chiste de Gila.

La mala leche se agría al conocer que este amante del líquido elemento tiene chollos en al menos siete empresas privadas diferentes dedicadas a ingeniería civil, negocios inmobiliarios, asesoría empresarial... Lo ha denunciado en el Parlamento Vasco… ¡El PP! Ya era hora de tener un tecnócrata pluriempleado y además medioambientalista. La broma se redondea al saber que el avispado gerente ha sido contratado para tan alta responsabilidad pública por el departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial y Vivienda del Gobierno Vasco, que dirige Iñaki Arriola, del PSE, quien también tuvo la responsabilidad de Vivienda en el negocio de la Eusko Jaurlaritza cuando el lehendakari fue su compadre Patxi López.

Algo tontos somos, pero no tanto, y por eso nos preguntamos desde hace demasiado tiempo siglos por qué los «socialistas» son más militantes en el negocio constructor que el propio PNV. Abanderan el TAV con ejemplar militancia. Se quedaron solos defendiendo el Superpuerto de Jaizkibel (ahora resulta que una parte de la carga de Acelor empieza a ir a Baiona en vez de a Pasaia, ¿imaginamos la faraonada de Jaizkibel construida y vacía como esos aeropuertos, megacentros, polígonos, etc. que abundan al sur del Pirineo?). Combaten a pecho descubierto por la Incineradora, etc., etc. Y hasta se gastaron una pasta en vendernos la mamarrachada de la pasarela de Sagues.

Parece que ese afán destructor-constructor no tiene mucho que ver con la filosofía de Pablo Iglesias el patriarca y sí con la metamorfosis de aquel Partido Socialista en la actual empresa que sigue vistiendo vergonzosamente las mismas siglas. ¿Qué organización “obrera” con una militancia de jubilados se puede permitir el lujo de vivir en una villa de la milla de oro donostiarra? ¿De dónde sale esa pasta?

Si las amistades peligrosas de las administraciones «socialistas» con la santa trinidad del negocio postcapitalista banca-constructoras-cementeras son tan sólidamente estrechas, desde los tiempos claves del tafallica Carlos Solchaga, como lo analiza el brillante estudio “IBEX 35 Una historia herética del poder en España” (Rubén Juste, editorial Capitán Swing), ¿debería extrañarnos que el llamado PSE fiche para responsabilidades públicas de primer orden al contable de Amenabar?

Hay mucha pereza y hasta miedo al vértigo de sentirse demasiado sola en sociedad en los planteamientos de la izquierda que aún da por buenos viejos esquemas. Así que, ¿podemos seguir dando carta de naturaleza de «partido» y además de “izquierdas” a una empresa pura y dura como el actual PSOE-PSE? En todo caso, no nos amarguemos demasiado la existencia: más vale reír que llorar y nos queda la broma (otra vez a lo Gila) de que Martínez de Cabredo ha respondido al escándalo con un «Hice todo lo que se me requería, he llegado “limpio”». La agencia URA sirve al menos para que nuestros desvergonzados responsables se limpien de vez en cuando el sobaquillo. Porque huele que apesta.

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