Iñaki Uriarte
Arquitecto vasco

Un Castell en la Plaza del Castillo

Cuando finalice la cadena humana, organizada por Gure Esku Dago, después de 123.000 metros desde Durango a Iruñea, en su extremo final la Plaza del Castillo y en un ambiente triunfal y celebrativo se podrá contemplar un momento monumental de enorme sentido etnográfico, artístico y supremo simbolismo.

Como una demostración más del tradicional gran afecto del pueblo catalán por Euskal Herria, especialmente en este proceso paralelo de autodeterminación y al unísono con otras siete capitales europeas, Berlín, Brussels, Geneve, Lisboa, London, París y Barcelona, los Carallots de Sant Viçent dels Horts, una colla de castellers erigirán un Castell, en la Plaza del Castillo. Una espectacular acción organizada por la prestigiosa asociación catalana Ómnium Cultural bajo el lema Catalans want to vote. Human towers for democracy (Los catalanes queremos votar. Torres humanas por la democracia)

El castell es una torre humana elevada como tradicional composición festiva, efímera, en desarrollo vertical creciente apiramidado, que en sucesivos niveles, llegan hasta diez, componen personas de edades muy diversas agrupadas en una asociación o colla. Es una de las más genuinas manifestaciones del folklore catalán que por su originalidad, relevancia cultural y arraigo social fue declarada en 2010 Patrimonio de la Humanidad en su modalidad de expresión oral e inmaterial. A

sí como la cadena de la Vía Vasca enlaza a los participantes con los brazos en horizontal en una relación de cooperación y cordialidad, el Castell vincula a los componentes en sus sucesivos niveles con los brazos en posiciones diversas. Con la lógica constructiva de una edificación surge desde una amplia base humana circular inicial, la pinya de castellers, reforzada concéntricamente por el exterior con la amplia aportación popular espontánea de asistentes al acto con los brazos extendidos para contrarrestar el peso y sostener a los siguientes niveles. Por estos, de diversas composiciones y denominaciones progresivamente irán ascendiendo los componentes de los sucesivas elevaciones ya de menos personas y más ligeras hasta la figura del enxaneta, un niño que al culminar la torre hará la aleta al extender cuatro dedos de su mano derecha, en alusión a la cuatribarrada senyera, en una imagen que se puede asimilar al grito de un pueblo proclamando su idiosincrasia.

En su aspecto artístico, material, el castell podría establecer una equivalencia figurativa con dos extraordinarias esculturas, de menor tamaño y en madera, del gran artista José Ramón Anda Goikoetxea (Bakaiku, 1949) Obelisco (2003) y Obelisco II (2011) en las que partiendo de un hexágono y un circulo respectivamente, van progresivamente pasando en unas transiciones apiramidadas muy armónicas, a pentágono, cuadrado y triángulo acabado en aguja en la primera, y cuadrado, triangulo pirámide en la segunda. Delicadas esbeltas creaciones sumamente evocativas que admiten, incluso exigen, una escala urbana como se puede apreciar en el cuadro Anda (2006) de la pintora Clara Gangutia (Donostia, 1952).

El Castell como composición figurativa humana expresa el espíritu de una construcción colectiva programada, paulatina y pausada, coordinada en el equilibrio entre la convicción moral, el esfuerzo colectivo, la destreza en el proceso y el afán de superación por alcanzar el final pleno de ilusión, esbeltez y estética, y proclamar en un gesto la consolidación de un proceso popular, participativo. Els castellers son quizá la mejor representación simbólica de la admirable actitud actual del pueblo catalán.

La Vía Vasca, como anteriormente la vía catalana, es el sendero social que debe emprender todo pueblo que con una identidad singular busque el derecho a decidir su futuro en una relación de igualdad con el resto de países que compartimos el planeta Tierra. Las dos últimas diadas, especialmente, han evidenciado ante el mundo que la población de Catalunya con un altísimo sentido de pertenencia a su país es, y quiere seguir siendo esencial, mayoritariamente y ante todo catalana. ¿Podríamos decir lo mismo de la sociedad de Euskal Herria? ¿Qué condición de vasco puede ostentar aquel indiferente que reniega participar y exigir su elemental derecho humano a elegir su porvenir como pueblo? ¿Zenbat gera?

Debemos recuperar la conciencia y el admirable coraje cívico cultural e identitario de épocas anteriores que lograron y nos identificaron como un pueblo indómito, audaz, progresista, recordemos la creación de las ikastolas, las cooperativas y los movimientos radicales de rebeldía sociales y políticos. A ellos debemos gran parte de lo que somos.

Como recordaba el emprendedor sacerdote José María Arizmendarrieta, (1915-1976) «Entre el pasado donde están nuestros recuerdos, y el futuro donde están nuestras esperanzas, tenemos un presente cargado de deberes».

Triste sino el de un pueblo que no elige libre su destino ya que el futuro no se inventa, se reinterpreta. Gure Esku Dago.

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