Isidoro Berdié Bueno
Doctor en Ciencias de la Educación

Una gran fosa común

En la literatura judeocristiana, el mundo ofrece vacío y necedad, en contraposición a Dios, que es la plenitud, por eso el mundo aborrece a quienes siguen a Cristo, porque ellos no son de este mundo

Pensamos que al llegar al presente siglo, todo está dicho, pero todo o casi todo tiene un precedente; eso mismo pensaba Salomon, hace tres mil años, cuando exclamó: «Nihil novum sub sole», nada nuevo bajo el sol (Biblia). La Historia se desarrolla de manera cíclica repitiéndose cada cierto tiempo unos hitos concretos, que pueden transformarse en la forma pero no en el fondo. En línea escatológica diremos que, el origen común del ser humano es oscuro y nuestro final también, venimos de la negrura, de la misma que brota el gemido angustioso, y terminamos en la misma oscuridad entre ayes y llanto.

Para estos de la Memoria Histórica, que se dedican a desenterrar muertos, ponerles traje y peinarlos a raya cual si estuviesen vivos, intento falaz, decimos que venimos de una fosa común, de un origen indescifrable y caminamos hacia otra fosa común, en la que quedarán borradas todas las diferencias que durante la vida nos dividieron e individualizaron, todo desaparecerá: nuestros nombres, nuestros títulos, nuestras hazañas: buenas y malas, nuestras deudas y pecados, todo se lo tragará esa fosa común de la Humanidad, marcando la ridiculez de nuestras diferencias en el breve lapso de tiempo en que respiramos, llegando a la conclusión de la Biblia: «vanitas vanitatis…» vanidad de vanidades todo es vanidad y aflicción de espíritu, y a las Coplas de Jorge Manrique: «Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar que es el morir/ ...allegados son iguales/ los que viven por sus manos e los ricos». Para qué centrarnos en nosotros, en el egocentrismo y narcisismo, si terminaremos muriendo «memento mori», recuerda que has de morir, centrémonos en ideales nobles, que nos hagan vivir para los demás, «…serví y vi que servir era la alegría» (Rabindranath Tagore).

En la literatura judeocristiana, el mundo ofrece vacío y necedad, en contraposición a Dios, que es la plenitud, por eso el mundo aborrece a quienes siguen a Cristo, porque ellos no son de este mundo. Todo se lo llevará el tiempo y lo borrará, dos generaciones mas tarde, quizá antes, nuestros nombres no tendrán ninguna emoción, serán desconocidos para la mayoría.

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