Bitor Abarzuza Fontellas

¡Vivienda de promoción social para toda la ciudadanía ya!

Como sabemos la gente que llevamos tiempo buscando una vivienda en alquiler, el mercado inmobiliario es un monstruo. La corrupción y la inmoralidad instalada en él no tienen límite. Buscar un piso en alquiler en la actualidad es una tarea imposible si quieres vivir solo cuando tienes un sueldo que ronda los mil euros, y es una tarea estresante y frustrante que te puede llevar directamente al psiquiátrico.

Somos miles los solicitantes y el Gobierno de Navarra responde con unas pocas promociones de vez en cuando, quedando fuera miles y miles de personas. El artículo 47 de la constitución española no vale para nada, lo hicieron élites y profesionales de la industria política para satisfacer los intereses financieros de quienes movían y mueven hoy en día los hilos del sistema inmobiliario: bancos, inmobiliarias y plataformas on line, grandes constructoras. Sus estructuras siguen sin tocarse en la nueva ley de la vivienda. Nadie les tose.

Y el sistema sigue: un mercado absolutamente inflacionado y aberrante, donde te puedes encontrar, en nuestra intensa búsqueda de un precio razonable, la irracionalidad, el autoritarismo, el aprovecharse de nuestra condición salarial precaria y todo tipo de abusos. Desde agentes inmobiliarios que te dicen que «me paso la ley por el forro», pasando por condiciones y fianzas abusivas, hasta propietarios y propietarias que chantajean a los posibles inquilinos y se aprovechan de las ayudas sociales para el alquiler de vivienda, Emanzipa y David, que se da a los inquilinos e inquilinas, precisamente porque en los precios del mercado no se puede vivir, pretendiendo cobrar o cobrando de dichas ayudas bajo manga de manera fraudulenta.

Es un mercado vergonzoso, buitre y ruin. Abundantes personas de clase media con propiedad de una segunda vivienda argumentan que los bancos les han subido enormemente las hipotecas y que «tienen» que subir el alquiler. Porque unos pocos se columpian mucho (bancos, inmobiliarias, plataformas publicitarias, constructoras...)., todos los demás se columpian un poco, y, finalmente, todos repercuten en la precariedad de quienes buscamos vivienda en alquiler.

No solo no podemos desarrollarnos libremente como personas y vivir de forma independiente, sino que, tenemos que compartir piso a la fuerza y a precios desorbitados. Es más que sospechoso hasta que la patronal CEOE haya tomado la iniciativa de subir los salarios, unos salarios con los que obviamente no se puede vivir en un mercado hiperinflacionado ya para todo tipo de productos. Es una vergüenza que en pleno siglo XXI las personas no podamos vivir por nuestra cuenta con el sueldo y que no exista un verdadero derecho a la vivienda.

A mi modo de ver, creo que es imprescindible una nueva movilización social por el derecho efectivo a la vivienda en la que se visibilice y se reivindique a los cientos de miles de solicitantes que quedamos fuera de las escasas promociones de Nasuvinsa. En mi opinión las organizaciones sindicales y obreras parecen tener cierta tendencia a representar la ideología de una «clase media» insolidaria y seguidista del mercado de los banqueros, las inmobiliarias y las constructoras, lo que puede no ser sino un lastre paralizador del empuje de organizaciones sociales como el Sindicato Socialista de la Vivienda u otras organizaciones sociales que apuntan al centro mismo del capitalismo inmobiliario.

Hay que empujar y animar a los gobiernos a que hagan efectivo nuestro derecho a poder vivir en un hogar dignamente, a que construyan vivienda social suficiente para responder a la demanda real existente, a que se nacionalicen los pisos vacíos si hace falta o a que pongan de

una vez por todas en su sitio a quienes mueven verdaderamente los hilos del mercado. No basta con discursos de ficción, ni «escudos sociales» ficticios, sino una política contundente que haga efectivo el derecho básico a la vivienda. Que piensen de una vez en el derecho básico a poder vivir y respirar sin que la vivienda sea la mayor cárcel social del mundo contemporáneo, la que a todos nos ata en corto sin que nadie en realidad disfrute de un verdadero derecho vital, por el control lucrativo y social de unos pocos carceleros de nuestra vida.

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