Pablo A. Nabarro Lekanda «Patili»
Sortukide

Vivir como uno mismo

Creo sinceramente que, amilanados y acomplejados por el auge de las derechas y subyugados a una inercia filosófica e intelectual que nos paraliza, estamos perdiendo muchas oportunidades. Es el miedo atávico a una «ruptura epistemológica» que, sin renegar del marxismo, lo supere.

O ser como uno mismo. Suena a vieja reivindicación setentera, con ínfulas hippie-sicodélicas de carácter retro y cierto tufo individual-hedonista-nihilista. Yo sin embargo la identifico con la filosofía del bien vivir que es a fin de cuentas, a lo que todas, absolutamente todas, aspiramos.

Esta proclama con letras coloreadas preside mi pequeño oráculo pero con la peculiaridad de que algunas de las letras tienen el mismo color, el rojo en este caso, diferenciándolas del resto. Así, se forma otra palabra que contradice el aparente discurso del título. No os rompáis la cabeza: también cambiando el tamaño de las letras rojas podemos leer «vivir COMo UNo mISMO». Si no, os invito a repetir, como yo lo he hecho, y de forma rápida más de veinte veces «como uno mismo» y el resultado es el mismo. Vamos, un ejercicio de propaganda subliminal subversiva que ni en «el juego del calamar».

«¡Franco sí, comunismo tampoco!» gritaba un renegado falangista y tenía su miga la frasecita pero nadie se percataba de ello. Y pocas palabras, conceptos, ideas, utopías como la del comunismo han sido tan anatemizadas, vilipendiadas, devaluadas y descontextualizadas. Unas veces por la acción de unas y otras por la omisión de otras, pero lo cierto es que el comunismo sigue teniendo al día de hoy una fuerte carga peyorativa y de carácter retro –las retrotopías que diría Bauman–, de ahí la importancia de la renovación y/o reinvención de su discurso. Esa es una de las grandes tareas pendientes de la izquierda en general y de la izquierda abertzale en particular.

No se trata de hacer un comunismo «cool» como alternativa a las dictaduras neofascistas «cool» al estilo Bekele en El Salvador, pero es triste reconocer que las nuevas ideas de las que presumen los neofascistas sean para mantener viejos sistemas como sucede también con el «anarcoliberalismo» que gana adeptos en Argentina.

Puestos a ser innovadores, podríamos crear un partido hedonista-leninista o un movimiento liberal-comunista. Los hay quienes creen que el método dialéctico está obsoleto y proponen como alternativa la trialéctica: es la filosofía equinoccial arraigada en sectores del indigenismo americano y de su relación con la Madre Tierra y el cosmos. Muy interesante, por cierto.

Sí, me pre-ocupa la manifiesta falta de ideas de las izquierdas, y no sé si el elevado precio de la electricidad va a agudizar la falta de luces de sus dirigentes. Creo sinceramente que, amilanados y acomplejados por el auge de las derechas y subyugados a una inercia filosófica e intelectual que nos paraliza, estamos perdiendo muchas oportunidades. Es el miedo atávico a una «ruptura epistemológica» que, sin renegar del marxismo, lo supere, entendiendo que las luchas de clases persistirán mutando sus expresiones y sus sujetos políticos y sociales.

Me considero un marxista ecléctico, heterodoxo, iconoclasta y hedonista. Creo que el materialismo histórico y dialéctico, siendo necesarios, resultan insuficientes para explicar toda la Historia de la Humanidad y afrontar con determinación los grandes cambios que nos acechan. Entiendo el comunismo más como una filosofía que como una ideología política. El paradigma de la filosofía del sentido común.

Sortu en su ponencia “Herrigaia” sitúa su estrategia en el horizonte de un comunismo ecofeminista y yo, como humilde aportación, la sitúo en una nueva civilización ecofeminista y solidaria donde podamos ser y vivir como uno mismo, como uno mismo, como uno… COMo UNo mISMO.

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