Que chiste, nosotras creyendo que comprar todo tipo de objetos serviría para que se desarrolle mejor, y resulta que lo hacemos es crear adicciones. No les enseñamos a disfrutar de la simple compañía, sin que haya una comida, unos tragos o algo de por medio. Siempre con algo con qué jugar, como un patín, skate, bici, coches, muñecas, tizas, balones, toboganes o cuerdas. Como si fuera necesario siempre llevar algo, para que no se aburran. Pues no hay forma de comprar un objeto que te dé una buena conversación, que te mire a los ojos y juegue contigo a cambiar caras, te diga que quiere ir otra vez al acuario. Una máquina que te cuente historias, que te emocione y te sorprenda. Con alguna función para que puedas preguntar y que te responda, quizá diciéndote antes algunas palabras de cariño. Que te sonría al hablar o silenciosamente, te regale un abrazo en la mejilla. Cuando nos demos cuenta de qué es lo importante, no será necesario pensar en si necesitamos ese otro objeto o no, porque no sentiremos ninguna inquietud, solamente, la tranquilidad de saber que la compañía es suficiente, cuando la relación no está basada en la interacción mediante objetos. Repensar los modos de crianza no está de más. Echar la culpa al objeto, por adictivo, es de cobardes. Reconozcamos que tenemos un problema nosotras mismas, por falta de responsabilidad. Porque ya no cuestionamos al monstruo, nos acostumbramos a él. Tanta es la dependencia, que nos da miedo quedar fuera. No somos nada sin él. Entonces, compramos y compramos. Pero solo lo necesario. Y tenemos un patín, skate, bici, coches, muñecas, tizas, balones, toboganes y cuerdas. No lo tenemos todo, ni casi todo (porque de verdad, hay mucho por comprar), pero tenemos lo que tiene la mayoría (más o menos, lo mismo que tiene la gente con la que nos relacionamos). Y eso, no lo cuestionamos, porque queremos estar dentro. Necesitamos estar dentro del grupo. La necesidad de pertenencia es mucho más fuerte que la libertad. Por eso, las almas libres vuelan con poco equipaje. Lo importante, lo llevan encima. Cuando no tengas nada, ¿qué te quedará? ¿Quién eres tú? Voy a escuchar atentamente, mirándote.


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