Cuando se cumple un año de la toma del poder en Afganistán por parte de los «fundamentalistas» talibanes, parece que la «llamada» comunidad internacional se ha olvidado (ocupada al parecer en otras cuestiones) de la situación «límite» que vive el país, entre lo que cabe destacar, por pura vergüenza, la de las mujeres y niñas como en ningún confín del planeta. Sera necesario volver a recordar una vez más que se les niega la oportunidad de ganarse la vida, el acceso a la sanidad y la educación, con trata de niños y matrimonios precoces y forzados. Hace un año los talibanes, mintieron descaradamente (eso nos hicieron creer) que respetarían sus derechos, largamente trabajados, ser mujer o niña en Afganistán, es ser menos que nada. Así mismo, las clases medias de antaño se han visto sumidas en la pobreza y el hambre, dependiendo en gran parte de la ayuda humanitaria internacional, con suerte. Pocos o ningún régimen exterior les reconoce como gobierno, obsesionados como están en perseguir a periodistas o miembros de la sociedad civil y en definitiva todo aquello que suponga progreso. Afganistán un país marcado por las luchas y guerras civiles, casi desde el momento de su independencia de los británicos, merece ya un poco de paz y sosiego con la plena participación de las mujeres y las niñas para la paz y el desarrollo económico.