Arrancar cruces
Barcelona, junio de 1996 Eugenio Trías, finaliza su obra "Pensar la religión": «La historia es, sobre todo, historia simbólica o historia espiritual». Vivimos tiempos en que la reflexión humaniza el presente, por lo tanto es imprescindible para salir del vértigo de las miserias humanas en la que estamos petrificados domesticar el mal, y como señala Alonso Schöckel, es preferible la sensatez a la sabiduría. No es tiempo como indica Cioran: «no creo haber perdido una sola ocasión de estar triste». Así pues se ha de conjugar entre la civilización de la razón, de carácter general y uniforme, y la cultura de la variedad simbólica en sus diversos modos de expresarse y manifestarse. Una de las tesis de Trías, es que la modernidad tal como está concebida oculta toda trama simbólica. Nuestro presente es tiempo de la gran ocultación, que es la era del espíritu, el acontecimiento simbólico, pierde todo su rastro visible. Los niños son mucho más sabios que los adultos, porque plantean preguntas pertinentes que los adultos no saben contestar o mucho peor porque su daímon predomina la negatividad olvidándose de su propia dialéctica, y esto sí que es la esencia de la perversidad hacia los infantes que se les oculta que lo simbólico forma parte de la libertad de los humanos. Arrebatar símbolos que humanizan a los seres humanos, como arrancar alfombras que se utilizan para la oración, que en definitiva es buscar las profundidades de nuestra existencia, es la maldad cabalgando hacia las tinieblas de las dictaduras más miserables. El espacio público, es el templo en el que todos tienen derecho a expresar, sus voluntades simbólicas, en la que a todos nos une.