Iñaki Revuelta Lertxundi

Autoritarismo o autodefensa

La maquinaria del miedo y la desinformación irrumpen de nuevo en nuestras vidas, esta vez no tanto en modo pandemia sino en la posibilidad de un conflicto armado en las fronteras de Ucrania. Es curioso ver como nuestra clase política, mediante sus medios de opinión, nos quieren hacer ver una falsa realidad de lo acontecido allá en esas latitudes. Una visión sesgada y totálmente aliada con los parámetros imperialistas que tanto padecemos en esta vieja Europa. Llamar autorario a Vladimir Putin es cuanto menos ofensivo a la inteligencia, cuando aquí observamos ya desde hace un tiempo, desde el comienzo de la llamada pandemia por ejemplo, una serie de atropellos y vulneración de derechos civiles que avergüenzan a cualquiera. Cuando vemos que la totalidad de partidos políticos aprueban todas esas restricciones, cuando privan de libertad a conciudadanos por no querer vacunarse o nos obligan a tener un pasaporte exclusivo, eso sí es autoritarismo y querer imponer a la fuerza las cosas. Más valdría tener más prudencia, cuando esta situación ha plasmado de manera notoria la calidad democrática de muchos y la capacidad de decisión de otros, siendo a veces más servilistas y dictadores que aquellos a los que critican. Rusia solo pide respeto, una exigencia que toma relevancia y sentido cuando ven que el imperio y sus lacayos van aproximándose poco a poco a sus fronteras. Como bien explicó el líder del Kremlin, ellos nunca han ido a las fronteras estadounidenses a colocarles misiles ni aglutinar tropas y armamento. Después de la salida bochornosa de Afganistán, no es entendible esa soberbia y esa nueva claudicación europea, parece que no aprendemos cuanto nos cuestan estas aventuras de ciertos círculos de poder. Estoy de acuerdo con la postura de Pablo Iglesias, no a la guerra, sobre todo por el pueblo ucraniano, no merecen padecer las consecuencias de un gran tablero de ajedrez, donde unos caprichosos desean manipular al mundo a su antojo y defender los intereses de los más privilegiados. Todo es tan sencillo como respetar a los demás pueblos del mundo, no querer pisotear ni menospreciar las soberanías populares, un deseo de libertad en definitiva. Esperemos que todo llegue a buen cauce e impere el raciocinio y la templanza, tan necesarias en estos tiempos de locura e insensatez.

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