Javier Orcajada del Castillo

Brexit: la UE debería poner las barbas a remojar

Es sabido que los ingleses han sido siempre ganadores y que han sabido abandonar el barco a tiempo en caso de peligro y arrimarse al sol que más calienta pues consideran a Europa su backyard. Por eso sería muy prudente que los políticos europeos miren a los ingleses para deducir hacia dónde hay que remar para seguir a flote en caso de naufragio del exótico experimento que es la UE. Algo que en Europa se intuye con alguna claridad, no total, pues para ser capaces de analizar el futuro con eficacia hay que ser inglés, lo que no está al alcance de españoles, franceses o alemanes. Supieron congeniar con sus enemigos cuando sus colonias americanas, a las que dominaron y masacraron. Y, vislumbrando que las perdían, se convirtieron en sus aliados y han sacado réditos como amigo del Gran Hermano al que han pulido su tono de nuevo rico a cambio de cierto «english style». Ahora escapan de la UE porque no han logrado imponer sus peculiares condiciones para ser su lider carismático, cobijándose en los brazos rudos y poderosos de los yankees. Su salida es una lección de diplomacia de la que son maestros, unida al rigor y pragmatismo con el que han conseguido dar un nuevo look a su imperio, ahora con otras formas más eficaces y menos ostentosas que cuando atacaban con su Navy, sus RAF en tiempos victorianos. Abandonan la UE en trance de volver a las épocas de tensión entre los países «gallos» que siempre se han estado peleando para demostrar quien escupe más lejos. De momento ya ha provocado a España con Gibraltar enloqueciendo a la patriótica prensa en defensa del símbolo nacional. Bruselas asegura que negociará fuerte y que no admitirán imposiciones. Pues a juzgar por las experiencias, parece una fantasía que una organización tan inútil, que va de fracaso en fracaso, sea capaz de imponerse a hábiles negociadores, teniendo además detrás a los EEUU y el rechazo de la propia ciudadanía europea harta ya de cuentos de pájaros y flores de políticos que sólo se han preocupado por crear una burocracia inútil y bien retribuida, traicionando los principios originales sobre los que se basó la construcción del ilusionante proyecto de desterrar la pasión de Alemania por las guerras y el papanatismo francés, y evitar de nuevo el acceso al poder de las ideologías fascistas, ahora en trance de lograrlo.

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