La era digital sueña con mejorar a través del control social, aunque los trabajadores sufran en ese contexto cada día más frustración y precariedad.

Que nadie piense que estoy en contra de la tecnología, sino de la obsesión por el dato, el «indicador», que obliga al trabajador medio a no salirse del guión establecido.

Ser un buen empleado es, entonces, aplicar conocimiento en la resolución de problemas en tu área de trabajo y luego, claro, registrarlo con precisión en un ordenador.

Entiendo que la burocracia es un mal necesario, pero cuando nos lleva, también en Enseñanza y Medicina (de Familia en Euskadi, y desde hace muchos años) a dedicar gran cantidad de tiempo y energía a satisfacer unas demandas externas programadas para servir al pool de los «big data» para la Inteligencia Artificial, cuando sucede eso, digo, le gente pierde motivación y tanto Educación como Asistencia Sanitaria se enrarecen y resienten. Y eso debido, básicamente, al desenfoque desde dónde pensamos y hacemos las cosas (que nos lleva a ser cada día más individualistas), o dónde ponemos nuestra mente, esa que los sabios hablaron siempre de vaciar (de lo que entorpece) antes que llenar de otras cuestiones. Entiendo es un error mayúsculo hipotecar nuestra inteligencia y esfuerzo al servicio de una quimera, y no parece lo más conveniente para nuestros intereses; salvo, claro, los de aquellos acostumbrados a medrar a través del control de las «masas».