Mouchine Fikri, ha sido sacrificado en un camión de basura en Al-Houceima, Marrruecos, como una simple bolsa de basura. Te empujaron aquellos que –en nombre de una legalidad de bolsillo– les pareció que sobrevivir malvendiendo pescado en un puesto ambulante, está prohibido, y además, se penaliza con la máxima pena de modo radical, irrevocable e inhumano. Mouchine Fikri, no ha tenido acceso al recurso del respeto a la vida, como es de suponer, cuando se trata de las fuerzas de ¿seguridad? de Marruecos o de cualquier otro país.

Mouchine Fikri, ha sido triturado, como un excedente más. Ha sido aniquilado a la vista pública, sin remordimientos, sin sonrojos, sin vergüenza, sin respeto alguno, sin que hasta el momento los autores de otro crimen salvaje, hayan sido, detenidos, encausados, juzgados, sentenciados y apartados de por vida de unas funciones cuyo máxima central ha de ser el guardar la Ley.

Mouchine Fikri, era un ser humano, que pretendía sobrevivir de su esfuerzo en el mercado general de la necesidad. Sus viandas, sus pescados, su puesto ambulante, su propia vida, ha ido al estercolero de la podredumbre de la iniquidad y la brutalidad en un país vecino –Marruecos– a la vista de todos y en presencia de sus propios conciudadanos.

Quizá, tu culpa, haya sido la de trabajar todo el día en tu propio país, sin haberte decidido a coger la próxima patera en dirección a la Europa de las cadenas, las vallas, los centros de internamiento, o la fosa del Mediterráneo. Quizá hubieras sobrevivido. Solo hubiera sido posible. Ni siquiera lo intentaste. Preferiste arriesgar tu vida en tu propio país vendiendo pescado en un puesto de oportunidad, por necesidad vital.

Marruecos y el resto de la humanidad te debemos una satisfacción. Es hora de que los propios y los más lejanos levantemos la voz frente a la barbarie y las ejecuciones en directo en una trituradora de basura motorizada.

Tu sacrificio a la vista de todo el mundo no debe de quedar impune.