Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

Cuando los periodistas estrella se estrellan

Es ley de la naturaleza que si a una fuerza no se opone otra igual, pero de sentido contrario, se pierde el equilibrio y hay que volver al inicio. Es operativa cuando los periodistas estrella actúan con impunidad pensando que los lectores y televidentes son meros agentes que se mueven a impulsos de esos «opinion makers». Su número es legión, en realidad casi todos están contagiados por ese virus que es una mezcla de información sesgada, astucia, codicia, manipulación y desprecio por los consumidores de sus crónicas diseñadas siempre a su mayor gloria. Existe un arquetipo de estos vivos que han hecho del derecho a la información su huerto privado para dosificarlo a su voluntad. Son nombres paradigmáticos: Evole, García Ferreras, Ana Pastor, Inda, Marhuenda, Mamen, Klaudio Landa, Iñaki Lopez, Carlos Herrera, Cristina Pardo, Federico, Risto, etc. Quizá alguno que no cite se moleste. Estos ilustres, cada uno a su estilo, busca su objetivo por los medios lícitos e ilícitos disponibles, manipulando, con conexiones en las cloacas de los servicios secretos: do ut des. Todos sin limitación alguna en defensa descarada de la legitimidad emanada del Movimiento Nacional: ya saben que la condición para acceder al estrellato es defender la Constitución con más pasión que los que la diseñaron. Ahora, al nacer la República de Cataluña se han quitado la careta y haciendo de tripas corazón tienen que mirar para otro lado tapándose las narices, ante el hedor de los fanáticos defensores de la España carpetovetónica. Claro que los más cínicos que viajan y leen prensa internacional ya se van percatando que, quizá, los aires de la libertad de prensa en el mundo libre aconsejan abandonar la sopa boba que les ha alimentado, pues aunque en Madrid se sigue trivializando con la crisis catalana, los más agudos van comprobando que se está convirtiendo en un divieso purulento que puede dejarles a la intemperie si persiste en su voluntad de ser el mosquito que enloquece al tosco elefante español a picotazos. Porque las chanzas españolas a costa de los derechos de los agudos catalanes son ya problema de estado y Europa ya no puede seguir mirando a otro lado, disimulando. Aunque, quizá, habría que empezar a otorgar mayor credibilidad a los periodistas deportivos consagrados, como Pedrerol, Manu Carreño o Maldini o fichar de asesor de Rajoy a Angel Mª Villar. No solucionarán nada, pero como ganaremos el Mundial de Futbol de Moscú, en esa borrachera del éxito el Supremo podría aceptar legalizar la República de Catalunya. «Una buena guerra santifica toda causa» Nietzsche dixit...

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