Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

El baile de Navidad

El desprecio hacia la sabiduría popular, la tradicional la que se pasa de padres a hijos, hace varias generaciones que ha desaparecido, en función de estos nuevos magos que son los expertos. Pude escuchar por ejemplo al médico investigador Oriol Mitjà, desde Papúa Nueva Guinea, que hay un porcentaje mayoritario de la población que no se quiere vacunar, porque necesitan como mínimo 3 años, para convencerse que estas vacunas no tienen contraindicaciones importantes. Este gran experto no tuvo otra ocurrencia en decir que los que piensan así, no están civilizados. Cualquier estudiante del primer curso en Antropología, tendría suficientes argumentos para poner en ridículo a semejante experto. Recuerdo con entusiasmo como el Presidente del Gobierno de los españoles, todo eufórico en el mes de mayo, aseguró que en 100 días, se conseguiría la inmunidad del grupo, el 75% de la población vacunada, y viva la alegría. Ahora resulta que esto del rebaño fue una mascarada más, como la de los asintomáticos, que en un principio machacaban que cuidado con los que se encontraban la mar de bien, porque podían ser portadores de la enfermedad. Lo que pasaba es que las pruebas que se hacían eran como jugar con dados y salía lo que salía. Si no tiene los síntomas de esta dolencia, no se tiene la patología. Un cáncer aparece como cualquier otra enfermedad, asintomáticos de cáncer no existen. La cultura tan aborrecida consiste precisamente en tener la capacidad de recordar y apreciar las infinitas contradicciones que todos estos políticos, empresarios, gente que se dice de la cultura del cobrar dinero, a costa del erario público y como no, el periodismo en todas sus plataformas, repitiendo las idioteces que cada minuto van soltando. Las mascarillas no servían para nada, cuando es el instrumento más importante de prevención y que no tiene ninguna contraindicación. Los comentarios respecto a la mascarada de Navidad, de las familias virtuosas deseándose paz y amor, está en peligro y los políticos van saliendo que sí, que sí no, que pocos, o muchos en la mesa, que las cenas de empresa esta institución tan maravillosa y de tanto amor, mejor dejarlo para más adelante, o con siete u ocho comensales, ya que hay que salvar este sector, tan imprescindible para la buena vida que son los restaurantes y bares. En fin, un pitorreo constante. Por esto la cultura, la que la ilustración ha borrado del mapa, se basa en dos fundamentos: el principio de precaución, y el sentido común. Estas dos premisas no existen, porque para esto están los expertos, y los políticos. Así, vamos danzando.

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