Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

El pesimismo de los demógrafos

El mundo se muestra dividido respecto al futuro de la población: de una parte están los políticos cuya expectativa llega como máximo a los cuatro años, duración de una legislatura, frente a la visión a largo plazo de los demógrafos que se muestran como modernos malthusianos que anuncian el Apocalipsis. Ciertamente ambos criterios deben analizarse porque el ser humano, soberbio, alardea de prever el futuro. Hay pocas dudas sobre el futuro de la actividad mercantil e industrial, pues los avances de la tecnología y las ciencias econométricas muestran que la tendencia a la destrucción de puestos de trabajo es inexorable, y no solo de peones a los que máquinas inteligentes sustituyan trabajos manuales, sino también la inteligencia artificial expulsará del mercado a profesiones hasta hace poco insustituibles: médicos cuyos diagnósticos precisos por programas informáticos sofisticados, incluso que realizan operaciones quirúrgicas con plena fiabilidad cuando hasta hace pocos años ejecutaban especialistas con alto riesgo.

Desarrollo de proyectos constructivos diseñados con exactitud solo con introducir los parámetros básicos al sistema. Medios de transporte que no requieren personal para funcionar. E infinidad de otras. Opinan los políticos que el futuro estará en manos de los expertos en programación digital para profesiones que ahora ni se intuyen, pero que precisamente son los nuevos sistemas los que van a eliminar del mercado cada vez a más profesiones que ahora son las que expulsan a las que hace poco eran críticas. Esos altamente especializados expertos ya saben que en plazos cada vez más breves serán también expulsados. Y, entonces, ¿quiénes supervivirán? No se lo pregunte a los políticos porque le van a engañar, solo analice la historia desde el inicio del siglo XXI y quizá usted sea de los que tuvieron profesiones imprescindibles y que una tablet o un simple móvil ocupa su puesto: no tiene vacaciones ni horario, no se contagia de coronavirus, no se enamora ni tiene hijos.

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