Enric Vivanco Fontquerni, Barcelona

Estado de derecho

Los chivos expiatorios son las coartadas de los tinglados organizativos, para los rebaños. Hay que estar ciego para no ver lo que se está preparando.

Es el momento que se pueda certificar que las vacunas son un negocio más de un sistema sanitario industrial, en manos de delincuentes. Si la pandemia avanza como es de prever, por muchas vacunas que se vayan vendiendo, las acciones seguirán subiendo como el cava. La respuesta de toda esta mafia es tan previsible que da risa.

Los culpables por supuesto serán los indeseables que sólo van a la suya, insolidarios, mamarrachos, que no creen en la ciencia divina. La respuesta, es fruto de un sistema de salud carísimo en el que la mayoría de fármacos no sirven absolutamente de nada y, en muchos casos, con unos efectos secundarios devastadores.

Vivir no es sobrevivir y estamos en una sociedad en que se sobrevive como se puede. Todo fluye como el pensamiento muerto, que por definición es el clasificado.

La inyección de las vacunas en los humanos también se hace con parámetros clasificatorios. Cada vez cuesta más distinguir metáfora e imagen. La metáfora no debería ser más que un accidente de la expresión y que es peligroso convertirla en pensamiento.

Todos los noticiarios del planeta, confirman la inmundicia global en la que estamos, ofreciendo entrevistas en directo con un bombardeo de unas imágenes terribles de pobres ancianos con la voluntad destruida, haciendo propaganda gratis de un sector industrial, que dentro de poco algunos irán descubriendo.

Estos humanos tratados como objetos, por unos políticos miserables que dan instrucciones para hundir aún más el proyecto de una vida sana y armoniosa con la naturaleza.

El poder soberano se sintetiza en el derecho de disponer la vida de los demás hasta el punto de hacerlos morir. La figura de excepción soberana se mantiene incluso en los regímenes modernos. El viejo poder continúa operando en los rincones y en las zonas oscuras del Estado de derecho.  

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