Julio Flor | Periodista

Irrintzi

Una palabra, dos quizá, alborotan la vida, la sitúan en órbita, la transforman en danza. O bien derriban y cortan la luz. «Por fin nació». «Apunten, fuego». «La guerra terminó». «Sí, quiero»...

Esta mañana de lunes la vida se detuvo de repente. «Antonio ha muerto. No me llames», escribió Ana, la esposa de Álvarez-Solís. Han pasado horas. Sobre la mesa quedó frío el desayuno. El cielo sigue siendo igual de gris.

Hablé con Amaia Goikoetxea, con Iñaki Soto, con Noemí Álvarez-Solís... Mi perrita Laia se tumbó a mi lado, apoyando su cabeza sobre mis pies. Quizá escuchó un llanto silencioso, detectando la tristeza que nos hace sentirnos vivos, profundamente humanos,

Creíamos que había llegado la primavera, pero ha vuelto el invierno. No soy creyente, como lo era mi amigo Antonio, a quien su fe inquebrantable le hacía sentir que pronto estaría mejor que todos nosotros, en la cercanía del Señor, su Dios.

El verbo de su pluma bebía de la cultura. Atesoraba capacidad para el análisis, coraje, ironía, inocencia, ternura, lucidez. No sabía lo que era el odio, ni el miedo. Antonio era único. Cuando le comuniqué la mala noticia a Amaia, de repente se puso a nevar durante quince segundos...

En el pueblecito de Segovia donde vivía ocurrió exactamente lo mismo. «Nevó de repente cuando se lo llevaron», me contó Ana... Era Antonio escribiendo su último artículo, obrando la magia, como hacía con su pluma en GARA. Como si convirtieras querido Antonio con tu ternura el agua del cielo en copos de nieve.

Bien sabemos que, para nosotras y nosotros, la vida continúa. Que nada detendrá la primavera. Que Antonio Álvarez-Solís estará siempre con nosotros. Y que algún día –cuando volvamos a la normalidad, tras la pandemia– le haremos en Euskal Herria el homenaje que merece.

Cuando alguien ha gozado de una vida plena y larga, en Mutriku dicen que «ha hecho una buena costera». En Navarra, querido Antonio, el artista Gorriti te ha homenajeado con un irrintzi.

Agur eta ohore, lagun maitagarria.

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