La mano izquierda
- ¿Vienes a la fragua conmigo?
- ¿A qué fragua?
- A la de Alejandro.
- Creía que a la de Vulcano.
- Sí prefieres, a esa también podemos ir.
- ¿Nos dejarán entrar y ver lo que hacen en las dos?
- Sí. Los dos sabemos estar. Ya he hablado con Alejandro, el maestro herrero, y con Velázquez también.
- ¡Pero yo soy una chica! ¡Cuándo se ha visto una mujer en una fragua!
- ¡Tú, ven!
- ¿Quién hay en cada?
- En la fragua de Alejandro, están él, que es el maestro herrero, y Carmelo, un chaval aprendiz de 14 años. Hacen herraduras, rejas de arado, barandillas para balcones. En la de Vulcano hay seis personajes. El maestro herrero es el mismo Vulcano, dios de los volcanes y el fuego. Era hijo de Júpiter y Juno. Al parecer su madre lo engendró enfadada por las infidelidades de Júpiter. Vulcano nació cojo y un poco deforme. La madre, Juno, lo arrojó al mar y unas diosas marinas le cuidaron. Aprendió muy bien el oficio de herrero y fabricó un trono en el que sentó a su madre Juno y ésta no podía levantarse de aquel trono, salvo que aceptara el chantaje de Vulcano: que intercediera para que la diosa Venus se casara con él. Juno accedió y, gracias a ello, pudo levantarse y andar. Vulcano es el herrero mayor, el anciano que ves ahora ahí, en el centro de la fragua, justo detrás del yunque, en la mano derecha tiene un pequeño martillo, en la izquierda unas tenazas con las que mueve con mucho tiento la pieza de hierro para que los golpes de los herreros sean certeros, uniformes. La izquierda hace un trabajo casi invisible, desplaza la pieza incandescente sobre el yunque con movimientos precisos y uniformes, es la mano que discretamente dirige toda la orquesta.
- ¿Quién es el joven apuesto que está la izquierda del cuadro tan elegantemente vestido con túnica, con un halo de luz tenue que emana alrededor de su cabeza adornada con una corona muy bien tejida hecha con hojas azules de laurel, calzado con unas sandalias de tela del mismo color rematadas con una borla también azul y atadas con una cinta de paño del mismo color? La cinta está muy bien entrecruzada alrededor de la pantorrilla. Solo se le ve una sandalia, la otra se adivina. ¿Quién es?
- Es Apolo, dios del sol, de la luz, de la música y de la poesía, hace de mensajero. Si miras a sus manos verás que, con los dos dedos índices, subraya la noticia o la advertencia que les está diciendo. Vulcano y los cuatro ayudantes le escuchan con atención.
- ¿Qué personajes son esos cuatro jóvenes? ¿Son aprendices de herrero?
- Sí y no. Son cíclopes. Uno de ellos, el que está detrás del maestro herrero, está cuidando el fogón, no se ve el fuelle, parece que acaba de cargar el hogar con una nueva palada de carbón. Su tarea es importante: modera la carga del hogar y aviva el fuego con el fuelle para que en el rescoldo de las ascuas la temperatura sea constante, algo necesario para que se produzca la absorción de carbono y el temple del acero. Cada uno de los dos jóvenes que están delante del yunque sujeta con sus dos manos un pesado mazo o porra con la que deben golpear la pieza exactamente en el mismo punto donde el maestro herrero ha golpeado previamente con su pequeño martillo. Son los dos jóvenes y fuertes. El tercer muchacho, a la derecha del cuadro, está doblando una chapa de acero. El acero es ahora flexible gracias al temple, logrado al pasar por el fogón, gracias a los golpes precisos en el yunque y, finalmente y sin demora, gracias a la inmersión en el pilón de agua fría o aceite. El pilón de agua, no se ve en el cuadro, pero tiene que estar al lado, muy cerca del yunque, para lograr un buen templado. El pilón no se ve, pero se adivina, como la segunda sandalia de Apolo.
- ¿Por qué están descalzos?
- Es todo irreal. En una fragua no se puede pisar el suelo descalzo, siempre hay algunas esquirlas de hierro, algún resto de ascuas o carbón, es algo impensable, sería una imprudencia. Tampoco se entiende que estén al lado del yunque con el dorso desnudo, porque saltan chispas del lingote incandescente al golpearlo, más aún recién sacado del fogón. Se emplea siempre un peto, un delantal de cuero como protección. Tampoco se entiende la ubicación del segundo muchacho que también sujeta con las dos manos un mazo. Está desplazado, demasiado lejos del yunque, no puede hacer nada. Parece que Velázquez poco sabía de herrería. Aunque tal vez lo que le interesaba más era que todos los cinco cíclopes de la fragua entraran en el cuadro.
- ¿Qué noticia, qué advertencia trae Apolo?
- No es noticia, ni admonición. Le dice a Vulcano que ha visto a Venus serle infiel con Marte, algo que, como te he dicho, no era noticia porque era cosa sabida en todo el Olimpo. Si te fijas en la mano izquierda, -ya te he dicho antes que es la que dirige discretamente toda la orquesta-, ni suelta las tenazas con las que sujeta la pieza incandescente sobre el yunque, es una clara señal de que Vulcano ni se inmuta apenas, pues, como todo el Olimpo, él también conocía la vida de Venus. La sorpresa, creo yo, es que el dios Apolo aparezca por la fragua con su larga túnica, su halo, su corona de laurel azul y sus impolutas sandalias.
- ¿Pero Velázquez no la pintó en el siglo XVII como una denuncia contra la infidelidad de Venus?
- Es una interpretación, la discreta mano izquierda de Vulcano, la que dirige la orquesta, no dice nada eso. Tal vez Velázquez quiso lucir su habilidad para pintar tanto los pliegues de las túnicas, como la perfección de los pies, de las piernas y de los dorsos de los aprendices de herrero. Ana, la podóloga, dice que son unos pies perfectos-perfectos.
- ¿Hacemos una excursión, incursión al Prado?
- ¡Vale!
Ez adiorik!