Ya va concluyendo el año, están ya aquí y una vez más (cada año, si cabe un poco antes) las luces, estas «rutilantes» que nos anuncian que llega esto que llaman Navidad (herencia, por cierto, de los Romanos, paganos ellos). Nuestras calles, en ciudades y pueblos, se aprestan a iluminarse, tanto que algunas compiten entre ellas, a ver quien es más «grande» en una «loa», me «disculparán», al consumismo con muchas ganas. Volveremos a imbuirnos en una especie de espiral para, ser buenos y quizás «felices» los niños cantaran igual villancicos y pedirán o pediremos nuestros regalos, al rey «mago» de turno y, si nos pilla más cerca, a Olentzero, «celebraremos» reuniones familiares, o con algún amigo, siempre con esas luces presentes. Haremos, tal vez, un repaso al año que concluye, miraremos hacia atrás a ver como nos ha ido en nuestras vidas y a lo mejor o lo peor, vemos alguna «sombra» que no nos gusta, y nos hagamos la promesa para que, el venidero 2023, no cometamos los mismos «errores» que no nos «ceguemos» por las luces, dejando atrás las «sombras».