Olga Saratxaga Bouzas

Mujeres refugiadas

«Si hay algo peor que ser un niño pobre, siempre es ser una niña pobre…».

Algo así serviría para definir la situación que soportan las mujeres refugiadas.

Obligadas, al igual que los hombres, a huir de países en conflicto, donde sus vidas están en continuo riesgo: algunas embarazadas o con bebés que amamantar; otras casi niñas, que viajan sin familia; jóvenes; menos jóvenes; sin hijos; con sueños y presente… todas ellas son el eslabón más vejado de esta aberración sin sentido, que deshonra al ser humano y sus actos.

Existe una fabricación de la miseria y de la guerra, de la marginación, de la desigualdad de clases y de oportunidades, del fracaso escolar, de la locura y de muchos otros conceptos y estados.

Así, de igual modo, existe también una fabricación de la violencia y de la violación sexual contra la mujer.

Muchas de estas mujeres refugiadas son violadas por hombres refugiados en los campamentos habilitados entre fronteras.

Los medios de información hablan del éxodo y el drama de estas personas migrantes de manera casi habitual, haciendo hincapié en la población infantil. Pocas veces, casi nunca, en términos de mujer refugiada.

¿Quién habla o se cuestiona, por ejemplo, los recursos que pueden llegar a tener a su alcance para el ciclo menstrual, cuando sus condiciones generales para sobrevivir rayan lo infrahumano?

Los únicos medios con los que cuentan, para absorber la sangre, son trapos viejos… papeles… incluso musgo o trozos de colchones…

Todo ello se convierte en peligro de infección constante y, además, aporta un estigma más a su condición de mujer… a su condición de refugiada.

En un día cualquiera, ¡cuántas serán las que soportan este problema añadido!

Como mujer, cuesta imaginarse la situación y la humillación de vivir la menstruación de esta forma, precisamente por eso, por ser mujer… mujer occidental, que nunca he carecido de los elementos necesarios para solventarla y vivirla de una forma absolutamente natural.

Y, al mismo tiempo, facilita la comprensión y la empatía más allá de lo que ningún hombre podrá nunca llegar a sentir.

Gracias, desde aquí, a todas las personas que trabajan en la campaña de "Menstruación Digna para Mujeres Refugiadas".

La tierra que habitamos se ha convertido, a todos los niveles, en una sinrazón diseñada, sobre todo, por hombres.

Hombres que construyen guerras y dolor, un mundo sólo pensado para unos pocos…

¡Imagínate un mundo pensado para todas las personas! Sin distinción de origen, cultura, creencias, religión, color de piel, orientación sexual o identidad de genero.

Un espacio de convivencia, para hombres y mujeres en igualdad de condiciones, libres y capaces de elegir su camino y su lugar en él.

Ese mundo es posible y nos pertenecen el derecho y la obligación de reconstruirlo, siendo el cambio que queremos ver en él.

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