Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

Nostalgia de 1789

Un periodista oriental escribe en un denso artículo que la Revolución Francesa es el acontecimiento de mayor relevancia de la humanidad. Afirma que es el origen de todos los grandes cambios al pasar del Ancien Régime a la época de la Ilustración en la que se inicia realmente el progreso del mundo. Elogia al pueblo francés por su sentido de la justicia. Sería un exceso esta consideración, pues habría que señalar que no fue el pueblo sino la burguesía quien destronó la monarquía, arrastrando a las masas que implantaron el Nuevo Estado Social bajo el lema «Libertad, Igualdad y Fraternidad». Pero también surgieron los oportunistas, como Napoleón que reprodujo los métodos de gestión anteriores y se embarcó en una política imperialista invadiendo toda Europa, lo cual produjo el caos, aunque también algunos beneficios y progreso, pero una política basada en la guerra y en la invasión de espacios ajenos no podía terminar con éxito como así sucedió. Cierto que Francia se ha distinguido como nación civilizada y culta, pero también por arrimarse al sol que más calienta, aunque ello pueda calificarse como signo de agudeza. Pero 1789 fue el último gesto valeroso del pueblo francés, pues perdió en Austerlitz, le derrotó Prusia, en Waterloo ante Inglaterra, Alemania le invadió dos veces y tuvo que soportar la ignominia de tener a Pétain de presidente de Vichy. Francia honra a sus muertos en la gesta de la Résistance, pero realmente los que la materializaron fueron apoyados por los republicanos españoles huidos, pues los mandos franceses, según muchos resistentes críticos, fueron un lastre, peores incluso que los propios invasores alemanes, pues frenaban operaciones proyectadas con argumentos humanitarios indefendibles en épocas de guerra. El movimiento reciente de los Gilets Jaunes es ejemplo de la conciencia revolucionaria del pueblo francés, pero la astucia de Macron, elegido presidente por los poderosos, ha hecho que se vaya deshinchando. Puro lampedusianismo: «cambiar todo para que nada cambie».

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