Javier Orcajada del Castillo | Bilbo

«Palabra de vasco»

Siempre leo con interés los artículos firmados por «Nebera». Son muy directos y expresan con precisión ideas con las que en general suelo estar de acuerdo y se agradece el énfasis y su tono euskaldun. Pero recientemente ha publicado un artículo con el título "Palabra de vasco", que, a mi juicio, hace un pobre servicio a la causa vasca en general. Y coincido con las opiniones al respecto de Arnaldo Otegi y Arkaitz Rodríguez. Porque ser vasco es un orgullo, pero no un mérito, pues uno es de donde su madre le trae al mundo. Sin embargo, la palabra de vasco, en el sentido de credibilidad, es desde siempre un atributo de los vascos y se puede traicionar o ser fiel a ella. No viene en nuestro ADN. No es mi intención entrar en la semántica de si el PNV hace honor o no a esa palabra. En ese sentido nadie tiene la facultad de repartir certificados que lo acredita. Me parece que entrar en esa dialéctica es pernicioso para nuestra autoestima y prestigio ganado a base de ser tradicionalmente fiel a la palabra comprometida. Porque si nos enfrentamos entre nosotros acusándonos de incumplir la palabra estamos alimentando a quienes nos quieren asimilar. Divide et impera, era el lema del Imperio Romano al invadir territorios enemigos. Esta visión competitiva entre los vascos nos lleva a la situación paradójica de que los que poseemos ideología vasca en el Parlamento Vasco sumamos 61,3%, pero como estamos enfrentados para nuestra vergüenza, nos dominan ideologías españolistas impidiéndonos reflexionar sobre el bajo nivel de nuestra educación política como ciudadanos priorizando los intereses de partidos e impidiéndonos plantear el objetivo fundamental que es lograr democráticamente nuestros derechos históricos. Desde una visión más prosaica es verdaderamente curioso el afán despectivo entre las aficiones del Athletic y de la Real, cuando deberíamos alegrarnos de los éxitos del equipo del territorio hermano. Parafraseando el dicho popular, con amigos como los españoles no necesitamos enemigos. Quizá no es un paradigma afortunado, pues el deporte es para divertirse, pero ser vasco es dar valor a nuestra palabra que forma parte de nuestra idiosincrasia como pueblo. Entre partidos vascos que defienden derechos como nación no podemos echarnos mutuamente en cara defectos que sin duda tenemos. Para eso ya tenemos en Madrid la madrastra que busca homologarnos con la España carpetovetónica.

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