Enric Vivanco Fontquerni | Barcelona

Palestina

El paradigma palestino, es la realidad histórica que siempre se repite con una tozudez ejemplar. Desde un inicio las élites árabes siempre han estado al lado de las potencias mundiales, por su mera supervivencia. Ni los soviéticos, en su tiempo, ni los occidentales, respecto a los palestinos, siempre ha sido una excusa para entretener la geopolítica marginal, para poder defender lo que es la esencia de la zona, que no es otra que los recursos naturales, y las empresas importantes que están ubicadas en este entorno geográfico. Todavía recuerdo en Alejandría, en un restaurante conocido, cómo llegaba un pequeño autocar, en el que bajaban unos dirigentes palestinos, se hicieron un atracón costeado por el gobierno egipcio, y a vivir que son dos días. Los dirigentes palestinos son la esencia de la corrupción y de la cara dura más ejemplar. Por esto me hacía mucha gracia, como los internacionalistas occidentales, estaban tan preocupados por los pobres palestinos indefensos. Los pueblos, y debemos tomar nota si se tiene la voluntad para poderse auto-organizar, lo primero que tienen que hacer, es librarse de los sinvergüenzas que dicen que los representan. Israel, por mucho que les pese a los internacionalistas conspicuos, supo aprovechar la coyuntura histórica, para conseguir un Estado, que muchos desearían, aunque lo quieran negar, no se andan con historias de filigranas ridículas. Forjar estados no se consigue, haciendo procesiones anuales, ni con poesía de la hermosura de nuestra cultura. Se necesita representantes que den la cara y no la cartera, para recibir lo que haga falta. No como una impresentable presa que tiene la desfachatez de decir con todo descaro que ella no es Mandela, y que la dejen libre como sea. Con esta gente, no se va a ningún lado, en ningún rincón del planeta, por simpático que sea el colectivo. El ejemplo palestino, es nuestro propio ejemplo. Así de triste y de real.

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