Me vienen a la cabeza una serie de reflexiones en relación al artículo publicado el pasado 6 de octubre en este medio titulado; "Las ideas políticas de Don Jaime, noventa años después".

Como carlista, estoy convencido de que con este tipo de escritos lo que se está consiguiendo es precisamente, alejar el carlismo un poco más de cualquier posibilidad de poder llegar a la sociedad. Las personas queremos soluciones a los problemas que nos rodean. Soluciones de hoy a los problemas de hoy. El mundo nunca ha sido tan complejo; la pandemia, la economía,  las relaciones sociales, la globalización neoliberal, la tecnología y sus cambios constantes que tanto nos están condicionando.

Todo carlista que se precie está de acuerdo en defender a Don Jaime, pero de ahí a dedicase únicamente a publicar artículos grandilocuentes en memoria de los desaparecidos hace cien años, va un trecho. Aquí, de lo  que se trata es de proponer y desarrollar soluciones válidas a los conflictos actuales, como la subida de la luz, el desempleo, la vivienda y otros muchos más, o por lo menos intentarlo. En eso estamos los que creemos en la justicia social y los principios básicos de libertad, socialismo, confederación y autogestión que defiende el carlismo.

Y es que ese ir constantemente de algunos al pasado para traerlo al presente, no es más que una muestra de su falta de propuestas para afrontar la realidad y lo alejado que está su discurso de la sociedad del siglo XXI.

Con ello, lo que provocan entre los lectores es una sonrisa que incluso llega a la hilaridad. La próximas generaciones, los chicos y chicas que hoy están en los colegios, en los ciclos de formación profesional y los jóvenes que llenan nuestras universidades, no entienden nada de lo que estas personas intentan representar. Han sido rebasadas, están a remolque de los acontecimientos, una reminiscencia de un pasado que habría que analizar en profundidad y no sesgadamente como se pretende.

Construir es la tarea que deberíamos tener siempre presente. Pero esto implica tener claro qué se quiere hacer. Promover proyectos nuevos comporta cuestionar y esto, no siempre gusta.