Gerardo Hernández Zorroza

Solo un simple y sencillo acto

El afán por controlar al otro en la pareja o, en la educación, por conducir a nuestros hijos por una senda rígida, que no le tiene en cuenta, estropea nuestras relaciones familiares. Ese intento de «controlarnos», de encajar desde fuera lo personal y lo social, sin respetar nuestra faceta personal es igual de estéril, inútil.

Sucede que en esta carrera por exigirnos y llegar el primero en la que estamos inmersos, como escribe Byung-Chul Han en su libro "La sociedad del cansancio": «Se vive con la angustia de no hacer siempre todo lo que se puede, y si no se triunfa, es culpa de uno mismo. Uno se explota a sí mismo figurándose que se está realizando; es esta la pérfida lógica del neoliberalismo que culmina en el síndrome del trabajador fundido. Y la consecuencia, peor: Ya no hay contra quién dirigir la revolución, pues no hay otros de donde provenga la represión».

Existe, lo percibo en todas partes, un deseo sincero de cambiar las cosas, de revolucionar esto, cosa que entiendo requiere empezar por un simple y sencillo acto: de darnos cuenta, de consciencia.

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