Un sindicalista atónito
No salgo de mi asombro ante la posición adoptada por algunos Partidos y Sindicatos de izquierda –entre ellos mi propio sindicato, ESK–, ante la reforma laboral que está a punto de votarse en el Parlamento del Estado.
Hay que recordar que la Ley laboral vigente es aquella que impuso el PP, sin acuerdo alguno, utilizando su mayoría absoluta hace ya unos cuantos años.
Durante ese tiempo no recuerdo que se haya producido una resistencia o actividad político-sindical con un nivel de oposición tan rotundo y combativo. Y tiempo ha habido.
Sin embargo, ahora que Gobierno CCOO y UGT, junto a la CEOE acuerdan una reforma que contiene avances positivos, por limitados que sean, se alzan todas las banderas, se convocan manifestaciones, y se afirma que no se avalarán esos avances.
Conste que comparto y defiendo las demandas sindicales. La prevalencia de los acuerdos autonómicos; la recuperación de las indemnizaciones por despido que existían antes de la reforma de Rajoy; la permanencia de los Convenios en tanto no se llegue a un nuevo acuerdo, etc.
Pero ello no justifica la actitud obstruccionista que denuncio.
Aprobar la reforma que se propone ahora no supone aceptar lo que quede en vigor. Solo, y simplemente, es favorecer un avance positivo en los derechos laborales.
Tiempo hay, a partir de su puesta en vigor, para luchar con todas las fuerza posibles por los objetivos que perseguimos.
Hoy, las fuerzas de izquierda tienen que explicar por qué van a votar igual que PP y Vox.
En una lucha posterior a la aprobación de esta reforma sería el Gobierno quien tendría que explicar por qué no continúa con la reforma hasta cumplir con sus promesas electorales.
Yo no estuve en la manifestación del domingo.