Joan Sánchez-Fortun | Barcelona

Yo, ese ser desconocido

De la misma manera que el conocimiento interior hace libre al ser humano, su desconocimiento lo esclaviza, sometiéndolo al sufrimiento prolongado, improductivo e innecesario. Aumenta sus miedos, ansiedad e inseguridad, determina la pérdida de su identidad e imposibilita desarrollar una vida más plena consigo mismo y con sus semejantes.

Si caminamos sin brújula ni orientación, sentiremos la sensación de estar perdidos físicamente. Mucho más doloroso resulta cuando estamos perdidos interiormente, al ignorar el sentido humano y existencial que daremos a nuestra vida, con lo cual provocaremos un grave y doloroso conflicto: la pérdida de realidad y el desconocimiento de nuestros límites. Iniciaremos así una etapa dolorosa, cuyo único fin debería ser el de cobrar conciencia de nuestras carencias personales y afectivas para poder, entonces, iniciar un beneficioso y productivo proceso evolutivo e integrador.

Diversas son las causas que provocan este desconocimiento interior. Muy destacadamente, el grado de involución, consecuencia de nuestra inmadurez; culpar al prójimo de los actos injustificables para liberarnos de nuestras responsabilidades. Rechazar sistemáticamente toda opinión desfavorable dificultará que interioricemos nuestros errores para conseguir así una posterior rectificación.

Actitudes relacionadas con el orgullo, la soberbia y la prepotencia son compañeros indeseables cuando anidan en nuestro ser, nos aislan patológicamente de la realidad, con el consiguiente sufrimiento. Opinar antes que preguntar, creerse en posesión de la verdad, vivir aislados «autísticamente» en nuestra burbuja como actitud «protectora y cómoda», no es el mejor camino para descubrirnos interiormente como seres humanos.

La escucha y el diálogo responsables e integradores; cobrar conciencia de la realidad para afrontar y reconocer nuestros límites, así como la superación de los miedos –complementando lo aportado anteriormente–, posibilitarán que dejemos de ser unos desconocidos de nosotros mismos.

Si el conocimiento interior hace libre al ser humano, ¿qué espera para ser libre? ¿O prefiere vivir en su total ignorancia existencial, con el consiguiente sufrimiento que conlleva?

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