Adiós a un festival que celebra la solidaridad, el compromiso y el amor de una comunidad
El viernes recuperaba la libertad el militante propalestino Georges Abdallah, el preso político que más tiempo llevaba en la cárcel en Europa. Tras cuarenta años, salió de la cárcel de Lannemezan, donde durante mucho tiempo convivió con presos vascos que también han sufrido décadas de reclusión.
A la misma hora a la que Abdallah era liberado, de madrugada, terminaba la primera jornada de la última edición del festival Hatortxu. En Lakuntza, miles de personas celebran el fin de la dispersión de los presos vascos, la progresiva liberación de una gran parte de ellos y ellas, a la vez que se exige terminar de una vez por todas con la excepcionalidad jurídica. En esta nueva fase, se pone el acento en la asistencia que necesitan las personas que han pasado tanto tiempo privadas de libertad y en condiciones inhumanas.
Las causas que mueven al corazón
Abdallah se comprometió políticamente al ver los campos de refugiados palestinos en Líbano, su tierra. Precisamente, ha sido liberado cuando Israel lleva a cabo un genocidio contra el pueblo que él ha defendido siempre y por el que ha pasado 40 años en prisión. «La causa palestina es la que su corazón hizo suya», resumía una compañera del expreso.
La represión fuerza a destacar los aspectos más duros de una lucha. Con razón, se ensalza el sacrificio, se reivindica la resistencia, se defiende la disciplina. A menudo se deja de lado esa idea del corazón, el papel que los afectos, la pasión y la ternura juegan en una lucha. Bien sea el amor que se profesa por una causa, por una comunidad, por una nación y sus habitantes, o por una tradición militante. También la ternura que se despliega en la resistencia y la solidaridad.
Mirando atrás, este factor ha sido determinante en la salvación de este país y de sus gentes, y en la supervivencia de la comunidad que se reúne en Lakuntza. Por eso también es importante esta celebración.
Compromisos, hermandad y valores
Para hablar sobre la relación entre el amor y la lucha, la pensadora bell hooks cita el libro “Race Matters” de Cornel West: «La ética del amor no tiene nada que ver con emociones sentimentales ni con conexiones tribales […]. El amor propio y el amor por los demás son modos de ser que permiten tanto elevar la evaluación que cada uno hace de sí mismo como promover la resistencia política de la comunidad». Se refieren a la lucha por la autodeterminación negra, pero sus palabras resuenan en todos los movimientos de liberación, también el vasco.
Cuando los estados promovían la renuncia y el abandono de la militancia, ese amor se ha movilizado para articular una red que ha dado sostén a quienes estaban en la cárcel y refugio a los y las represaliadas. El amor propio y la autoestima colectiva les ha permitido soportar lo insoportable, resistir lo indecible, pensar, reinventarse y salir adelante fortalecidas.
La pasión por la justicia ha moldeado la forma de ser de una comunidad en la que, como en todas, conviven amistades y enemistades, pero que rara vez se equivoca de bando cuando están en juego los derechos, la igualdad y la libertad. No solo las propias; el internacionalismo no deja de ser el cariño entre los pueblos y la admiración mutua entre sus militantes.
En Euskal Herria se ha desplegado un sistema de cuidados que, lejos de ser perfecto, ha sido ejemplar e inspirador. Los afectos desarrollados en la lucha han mejorado los compromisos éticos y políticos de las personas vinculadas a este proyecto, no evitando pero sí manteniendo a raya durante un tiempo el egoísmo, el individualismo y el exceso de vanidad.
Las despedidas llaman al sentimentalismo y a la nostalgia. No hay margen para eso en Euskal Herria. Agur, Hatortxu! Eta datorrenari, ongi etorri!