Cambia el material, sigue el mismo esquema mental

Apenas había pasado una semana desde que se recordara a Iñigo Cabacas en el  séptimo aniversario su muerte por  una brutal e injustificada carga policial cuando la Ertzaintza volvió a emplearse con dureza contra las personas que protestaban por el mitin del partido de extrema derecha Vox, también en Bilbo. Como resultado de la carga, cuatro personas fueron detenidas y una joven está hospitalizada con una doble fractura de mandíbula, producida por el impacto de un proyectil tipo foam, lanzado por la Ertzaintza y, a tenor del testimonio de la víctima, haciendo caso omiso de la normativa de uso.

Una actuación a todas luces desproporcionada que se produjo, además, después de que el líder de Vox, Santiago Abascal, no conforme con el modo en que se resolvió la movilización matinal en Donostia, exigiera a la Ertzaintza que disolviera por la fuerza la protesta convocada en Bilbo. Esa exigencia y lo ocurrido después lleva a preguntarse quién es realmente el que establece el modo en el que la Policía autonómica ha de gestionar una determinada situación: sus mandos o las presiones de terceros. Si atendemos a las palabras del alcalde, Juan María Aburto, que calificó de notable la actuación policial, añadiendo que hay gente que vive de malos recuerdos del pasado y no sabe adaptarse, refiriéndose a los manifestantes –aunque perfectamente aplicable a los que dirigieron el operativo de la Ertzaintza del sábado–, la incógnita se multiplica.

Tras el fallo del caso Cabacas, los responsables políticos de la Ertzaintza reconocieron «errores de praxis» y la necesidad de hacer autocrítica. Desde entonces ha cambiado el material que utilizan, pero lo que parece que no ha cambiado es el modo de encarar estas situaciones. Lo ocurrido el sábado en Bilbo indica que sigue funcionando el esquema mental de reprimir con violencia, de «entrar con todo» y sin atender a consecuencia alguna, muy alejado de una policía democrática. Lamentable, inaceptable.

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