Desescalada digital ante un grave problema

La utilización de los dispositivos digitales, como todo, es beneficiosa en su justa medida. Esta frase de sentido común se repite con tanta insistencia como poca atención se le presta. No sabemos dónde se encuentra la «justa medida» de las cosas, pero cualquiera percibe, y hay además evidencias científicas de ello, que en lo referente a esos dispositivos esa medida se ha sobrepasado de manera preocupante. Hasta el punto de suponer un problema social y de salud pública de primer orden. Así lo entiende la plataforma Control Z, iniciativa de organizaciones de expertos de numerosas disciplinas y de la sociedad civil del Estado español, que lanza una voz de alarma y no duda en proponer una desescalada digital.

Es un hecho que el uso de la tecnología digital, fruto de la desmesurada atracción hacia las pantallas de todo tipo, acarrea graves consecuencias. En el caso de las personas menores de edad, esas afecciones están relacionadas con el neurodesarrollo y con el aumento de la ansiedad, la depresión y otras patologías. Control Z alerta de los «patrones adictivos» que emplean las multinacionales tecnológicas, cuyo resultado está a la vista, y cree necesarias medidas de sensibilización dirigidas a las familias y a los gobiernos. Estos, asegura, no están respondiendo suficientemente a la negativa incidencia de la hiperconexión digital en la salud pública. Ello es una muestra más del poder –y la falta de escrúpulos– de esas empresas tecnológicas y de la irresponsabilidad de esos gobiernos.

En Euskal Herria existen asociaciones que vienen advirtiendo de los peligros de la hiperconectividad, o denunciando la hiperdigitalización del sistema educativo durante la pandemia sin rectificación posterior. Al igual que Control Z, abogan por un «uso adecuado». No es fácil precisar el límite entre lo conveniente y el exceso, probablemente no es el mismo en todas las personas, pero sí resulta sencillo por evidente advertir que el mal uso es generalizado. De ahí esa necesidad de sensibilización, para lo que la comunidad educativa, profesionales y familias, ha de desempeñar un papel primordial. También han de hacerlo las instituciones, priorizando a las personas y no cediendo al chantaje de los poderosos de turno.

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