Despropósito policial, desvergüenza política

Seis años y medio después, el juicio por la muerte de Iñigo Cabacas arranca de una manera descorazonadora. A unos hechos ya muy crueles se suman unas declaraciones policiales y una inacción política que añaden más dolor a la familia y más incomprensión a la ciudadanía vasca. Si esa muerte era perfectamente evitable en abril de 2012, la respuesta de la Ertzaintza y del Gobierno al que pertenece difícilmente podrían ser peores llegados ya a octubre de 2018.

Como aquella fatal noche en María Díaz de Haro, los policías y mandos imputados dispararon ayer en todas direcciones. Más allá del previsible «sálvese quien pueda», y sin descartar que haya una estrategia dirigida a enmarañar la cuestión al máximo para que las contradicciones engullan la verdad, el panorama descrito sobre el operativo obliga a una reflexión urgente y muy profunda sobre los modos de la Ertzaintza. Que un agente insinúe que allí se buscó «una sarracina» resulta gravísimo, pero concuerda con la grabación de Ugarteko instando a «entrar con todo» en la zona de «la herriko»... y ni está en el banquillo. Que otro alegue que no eran conscientes de tener en las manos un arma «letal» también es tremebundo, pero casa con el modo que se usaron esos peloteros y las consecuencias para Iñigo Cabacas. Las declaraciones suponen un escándalo, sin duda, pero es que la realidad es aún peor.

Y mientras los policías que actuaban a pie de calle hablan, sus mandos políticos de entonces y ahora callan. Ayer perdieron una nueva oportunidad –la enésima, quizás última– de situarse con las víctimas. Quizás entendieran que no iban a ser bienvenidos en la Audiencia de Bilbo, pero existen muchas maneras de mostrar empatía. El problema es no tenerla. Que la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, valorara el juicio en la presentación de un curso de formación a la Policía Foral en Arkaute es otra señal; ¿de verdad cree que era el día para que esta Ertzaintza diera lecciones de algo?

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