El acuerdo sobre el Brexit prueba su misma medicina

Finalmente, Boris Johnson ha conseguido un acuerdo para el Brexit con Bruselas. Aun así, no está nada claro que pueda lograr el voto favorable en Westminster. Su apuesta por un «Brexit con mi acuerdo» o un «Brexit sin acuerdo» está lejos de ser ganadora. Básicamente, Johnson ha reeditado el pacto que cerró Theresa May el año pasado, con la excepción del estatus del norte de Irlanda, donde se ha producido un cambio significativo. Para los unionistas del DUP, que con sus diez parlamentarios sostienen al primer ministro, traspasa la línea roja: establece la frontera dura en el Mar de Irlanda, es el principio de la reunificación irlandesa, el fin del Reino Unido y de la capacidad de veto de su partido.

Está por ver si el no del DUP es definitivo o si la construcción de infraestructuras o fondos que puedan llegar de Londres y Bruselas pueden hacer cambiar el sentido de su voto. La sesión parlamentaria de mañana, que se prevé de alto voltaje, despejará entre muchas esa incógnita. Johnson ha apostado por el modelo de «un país, dos sistemas». Pero los límites políticos de esa apuesta son evidentes. No se puede ser Suecia y Singapur al mismo tiempo, ni estar en la esfera reguladora de EEUU y de la Unión Europea a la vez. Ironías de la vida, Johnson está en el mismo lugar en el que estuvo su predecesora May. Y mañana Westminster puede darle de su propia medicina.

Laboristas, liberales, escoceses, galeses, DUP y el UKIP de Nigel Farage han rechazado el acuerdo. Pero hay una tendencia en la política, un impulso natural hacia la resolución tras años de parálisis y de enfrentamiento. Ese sentimiento quizá haga que algunos de los que ahora dudan den luz verde al acuerdo para terminar con esa agonía que tanto ha disminuido la influencia de Londres, debilitado su economía y dividido al Estado. Este acuerdo no es el final del Brexit, aunque quizá sí sea la antesala a pasar de nuevo por las urnas, sea en elecciones anticipadas o en un segundo referéndum confirmatorio.

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