El miedo y la seguridad son incompatibles
La Comisión Europea dio a conocer ayer el borrador de un plan de prevención ante guerras, pandemias y catástrofes medioambientales que, como titular estrella, conmina a la población a hacerse con un kit de supervivencia y provisiones para tres días. Por si acaso. Conviene subrayar que hablamos de un borrador, lo que revela las prisas por colocar el mensaje en la agenda. En paralelo, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, defendió en el Congreso su plan de defensa apelando a las amenazas híbridas.
A estas alturas, el esfuerzo por crear un estado de alarma e histeria colectiva en Europa es una evidencia que, valga la redundancia, debiera despertar todas las alertas. Hay razones para la preocupación, desde luego, los equilibrios globales están en plena reconfiguración y la UE debe tomar las riendas de su propio futuro. Pero cuidado, porque el rearme masivo y las grandes inversiones en defensa no son ni la única ni la mejor alternativa. Los datos son tozudos, aunque queden sepultados por una retórica bélica que amenaza con llevarse por delante lo que queda de la Europa del bienestar. En 2023, según el Sipri, Rusia tuvo un gasto militar de 126.473,4 millones de dólares. La suma de los países de la UE dobló ampliamente esa cifra: 287.596,1 millones. La defensa europea necesita una profunda reflexión, pero en ningún sitio está escrito que sea necesario un mayor gasto militar.
La contestación popular a este rearme varía según la cultura política, pero está presente en todos los países, por lo que resulta necesario crear un estado de alarma que convierta en inevitable lo que hasta hace poco resultaba inaceptable. Doctrina del shock de manual. De ahí que la amenaza se amplíe ahora no solo a Rusia, sino a todo tipo de catástrofes climáticas y sanitarias, o que, en el caso del Estado español, se apele al miedo a la frontera marroquí. Moscú queda demasiado lejos en el sur de Europa. Son discursos del miedo de doble filo, porque, en nombre de la seguridad, alimentan una inseguridad que abre de par en par las puertas al autoritarismo. Si el objetivo es la seguridad, la estrategia no puede ser el miedo. Si lo que se persigue es la paz, el camino no es la guerra.