El ozono refuerza el principio de precaución

El olor a tierra mojada que se percibe cuando caen las primeras gotas de lluvia es el olor del ozono de la atmósfera arrastrado por el agua hasta el suelo. Ese gas formado por tres átomos de oxígeno es altamente reactivo al contacto con otros compuestos. Por esa razón, el ozono que está cerca de la superficie de la tierra, en la troposfera, resulta perjudicial para la vida. Sin embargo, el que se encuentra más alejado, en la estratosfera –la famosa capa de ozono–, tiene un efecto positivo al absorber la radiación ultravioleta que resulta mortal para la vida. Como la mayoría de las sustancias químicas, el ozono también tiene efectos ambivalentes para la vida sobre la Tierra.
Hasta ahora se había prestado mucha atención a la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioletas, pero desde que el agujero que se observaba en esa capa empezó a disminuir, gracias sobre todo a las medidas que se tomaron para reducir el uso de ciertos gases en aerosoles, los científicos han empezado a prestar más atención al ozono que nos rodea. Los resultados de estas investigaciones indican que la cantidad de este gas en la troposfera está aumentado de manera alarmante. Se sabe que la principal fuente de ozono son los óxidos de nitrógeno y los compuestos orgánicos volátiles provenientes de la quema de combustibles. No obstante, las mediciones han dado algunos resultados paradójicos, registrándose, por ejemplo, aumentos de su concentración precisamente allí donde se habían establecido estrictos controles a las emisiones. Contradicciones que indican lo poco que conocemos todavía sobre su dinámica.
Los ingentes conocimientos acumulados por nuestra sociedad son a menudo estáticos y fragmentarios y, por tanto, poco apropiados para configurar un conocimiento global sobre la vida. En ausencia de esa compresión general sobre la dinámica de los sistemas vitales toma especial relevancia guiarse por el principio de precaución.

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