Hay que atender los avisos y prepararse para retos inmensos

Una de las cosas más impactantes de la crisis del coronavirus es su velocidad. No solo de contagio. En clave política y humana, es increíble la rapidez con la que las certezas se resquebrajan y los protocolos se quedan viejos. Por eso es tan importante que en las comunicaciones públicas se sea asertivo, sin por ello dejar de plantear que todo está sujeto a crítica y revisión. «Nunca», «ni como hipótesis», «no está encima de la mesa», todas ellas fórmulas utilizadas por responsables de las administraciones vascas esta semana, han caducado a las pocas horas de ser pronunciadas. Y mejor eso que la terquedad del incauto o el orgulloso. Hace falta generar confianza en quien está al mando. Porque si esa confianza se quiebra, las personas se sienten solas y tienden a actuar desde el miedo, tal y como subrayaba ayer el sicólogo Igor Fernández en estas páginas.

Atender avisos, reflexionar y actuar a tiempo

Este nuevo virus ha explotado implacable como un sismo. No es que no hubiese advertencias. Las fallas del sistema capitalista y de la globalización eran evidentes, especialmente tras la crisis financiera de 2008. Hay que recordar que, en parte, el mayor peligro en este momento es que colapsen los sistemas de salud públicos, diezmados por esa crisis y la austeridad. Sin mirar a Grecia, Italia o España, en los hospitales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa el número de camas ha descendido un 10% en esta década. Ahora se buscan alternativas con prisas, presión, y sin más margen que la inventiva y el compromiso del personal sanitario.

Las inéditas medidas que se están empezando a aplicar en Europa y en Euskal Herria están destinadas a frenar la velocidad de contagio del Covid-19. Son medidas importantes y urgentes. Es incoherente atrasar lo ineludible. De no lograr el objetivo de ralentizar los índices de contagio y paliar así la curva, en la atención sanitaria se impondría una lógica de guerra. Se tendría que priorizar a aquellos pacientes que, víctimas del coronavirus o de cualquier otra enfermedad, más probabilidades tengan de curación. Eso supone añadir al sacrificio que está haciendo el cuerpo sanitario un componente moral muy duro y difícil de gestionar. Todo ello sin descansar.

La crisis del coronavirus es algo así como la emergencia climática en una única dosis, comprimida y acelerada, simultánea en todo el mundo. Estas son las dimensiones de los retos que afronta la humanidad en este momento histórico. Los pueblos y las personas deben prepararse para afrontarlos. Hace falta inteligencia colectiva y organización comunitaria. Hacen falta políticas y servicios públicos. Ahora hay que concentrarse en esta batalla, pero luego habrá que recordar este aviso.

Un apunte, una petición, o lo que sea

No es buen momento, pero la semana ha sido lo suficientemente triste como para hacer este apunte: los dirigentes del PNV deben serenarse. Incluso si se sulfuran al leer estas críticas, deben respirar y tranquilizarse.

Objetivamente, si no saben algo que el resto de la ciudadanía vasca desconoce, no tienen razones para mostrarse tan nerviosos y beligerantes. Está claro que el desastre de Zaldibar ha sido un mazazo. A cada información que sale su imagen queda más malparada. En concreto, el trato a las familias de los dos desaparecidos es terrible, tal y como señala la carta de la familia de Joaquín Beltrán. Con todo, suspender las elecciones que había adelantado Iñigo Urkullu les sienta mal, pero que a día de hoy sigan sin desconvocarlas es un despropósito. Claro que la crisis del coronavirus está mostrando las costuras de nuestro oasis, pero hay que ser audaz y coherente. Aún así, aunque ha sido una mala legislatura, sus encuestas les daban buenos resultados.

En este momento, mensajes como el de Andoni Ortuzar insultando en las redes sociales a Arnaldo Otegi por sus críticas a la falta de liderazgo del lehendakari Urkullu, o su enfado porque EH Bildu les ofrezca cooperación, están fuera de tono y de lugar. Aitor Esteban no se da cuenta de lo ridículo que resulta a ojos de una gran parte de la sociedad que compare a Otegi con Pablo Casado. Y lo preocupante que es para la ciudadanía ver a personas con esa responsabilidad actuar así. No se puede tener mandíbula de cristal y a la vez semejante arrogancia. Euskal Herria se enfrenta al mayor desafío de salud pública de su historia reciente. A la sociedad vasca se le están pidiendo sacrificios, compromisos, solidaridad e inteligencia. La gente tiene que ver lo mismo entre quienes se lo piden.

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