¿Irreparable? Bastaría con mostrar humanidad y responsabilidad

Mañana, por fin, comienza el juicio por la muerte de Iñigo Cabacas. Seis agentes de la Ertzaintza se sentarán en el banquillo como posibles responsables de la muerte del joven seguidor del Athletic, provocada por un pelotazo lanzado por uno de ellos. Los responsables policiales últimos del operativo no estarán en el banquillo. Es de suponer que los responsables políticos, ni los del Gabinete de Patxi López, de la época en la que ocurrieron los hechos, ni los del Ejecutivo Urkullu, del tiempo en el que la investigación ha avanzado a trancas y barrancas, tampoco estarán presentes.

Será gracias a la perseverancia de la familia Cabacas Lizeranzu y de sus defensores por lo que mañana habrá un juicio. Lo habrá a pesar del obstruccionismo policial y la desidia de los cargos institucionales. Para colmo, la Fiscalía no ve delito en la muerte por un pelotazo lanzado a corta distancia en un área donde no había confllicto alguno. No está claro que vaya a haber justicia, pero al menos habrá juicio.

Un cuerpo policial desfasado y reaccionario

A la Ertzaintza le pesa este caso. Habrá policías a los que les pese por razones éticas, quizas, pero al cuerpo le pesa por razones institucionales. Evidentemente, a los agentes de raso les duele ver que los únicos que pueden ser castigados son los que estaban a pie de calle; con mayor o menor negligencia, pero obedeciendo órdenes tan explícitas como las que todo el mundo ha escuchado en las grabaciones publicadas por GARA.

Quienes dieron esas órdenes vivirán con cierto alivio haberse librado por ahora de afrontar lo que hicieron. Han presionado todo lo que han podido para que así fuese, pero saben que el juicio volverá a poner sobre la mesa su responsabilidad. Esa voz autoritaria, esas órdenes inmisericordes, esa visión sectaria volverán a salir a la luz. Y pase lo que pase en el juicio, la gente se volverá a preguntar por qué no están en el banquillo quienes ordenaron entrar a fuego en un callejón sin salida.

A los mandos de la Ertzaintza el caso Cabacas les salpica por todos los lados. Empezando por la figura del ascendido Jorge Aldekoa. Son ellos quienes diseñaron y ejecutaron la cultura policial represiva y sectaria que movió esta actuación desproporcionada y criminal.

Los responsables políticos tienen un problema doble. Por un lado, son conscientes de que la muerte de Iñigo Cabacas y la gestión inhumana del caso han hecho que la normalización de la Ertzaintza en nuestra sociedad se retrase al menos otra generación. Por otro, aceptando que, tal y como sostienen, desean dar un giro a esa cultura policial para hacerla mínimamente democrática y civil, han topado con los límites que tienen dentro. Si de verdad quieren adaptarla a los tiempos y a las necesidades de la sociedad vasca, tienen una policía desfasada y compuesta por personas con escasa vocación de servicio público. Son un cuerpo esculpido en el victimismo y el escapismo. Son, además, un lobby reaccionario, que presiona para seguir igual, para ser intocables.

El PNV pensó que refundar la Ertzaintza en esta nueva fase histórica era una concesión a las críticas de la izquierda abertzale. El PSE sigue defendiendo el «honor» de los torturadores, como se ve en la propuesta de reforma de la Ley de abusos policiales. Mientras tanto, la opción de una policía integral al servicio del pueblo vasco se pervierte y aleja con casos como el de Iñigo Cabacas.

Era complicado, pero también hacerlo tan mal

La muerte es, sin dudas, el más irreparable de los daños. La sentencia no va a reparar la muerte injusta de Iñigo Cabacas, no puede. Puede, como mucho, mostrar la voluntad de que no quede impune. Y puede destapar la negligencia y el sectarismo, una manera de hacer las cosas que no debería volver a repetirse.

Pero este caso trasciende con mucho al juicio. Es una cuestión política en su sentido más noble y profundo, en el sentido ético de justicia. La valoración social de este caso sería totalmente distinta si los responsables hubiesen cogido un coche, hubiesen ido a ver a los padres de Iñigo, hubiesen pedido disculpas, les hubiesen explicado las medidas que iban a tomar para que no volviese a suceder y hubiesen honrado públicamente su memoria. Si se hubiesen puesto en el lugar de esos ciudadanos indefensos en vez de defender a «los suyos». Si hubiesen actuado con humanidad y con responsabilidad. Pero han sido tan cobardes como el policía que disparó.

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