La caída del PIB invita a explorar nuevos caminos

El INE adelantó que el Producto Interior Bruto (PIB) ha caído en el Estado un 5,2% durante el primer trimestre del año, una contracción inédita en la serie histórica. También el BCE apuntó que el PIB de la eurozona caerá entre un 5% y un 12% en 2020, mientras las cámaras de comercio españolas prevén que el descenso esté entre el 7% y el 11% del PIB. Números que dibujan un escenario económico poco menos que apocalíptico que, sin embargo, conviene matizar.

El PIB mide ciertas cosas mientras que ni siquiera considera otras. Así, por ejemplo, contabiliza todas las comidas que no hemos consumido en bares y restaurantes –lo que empuja al PIB a la baja–, pero, sin embargo, no tiene en cuenta los productos de los huertos o los grandes progresos que muchas familias han logrado en la elaboración de pan o repostería casera durante el confinamiento, y que de haber sido contabilizados seguramente hubieran matizado mucho esa caída. El PIB está construido de forma que sobrevalora el peso de las actividades mercantiles, incluso aquellas que podrían considerarse superfluas o nocivas, al tiempo que infravalora, o simplemente no estima, otras que son importantes para la economía pero que no tienen expresión mercantil. Esta contracción del PIB debería servir para reflexionar sobre qué es lo que realmente refleja este indicador y cuáles de esas actividades que evalúa son realmente útiles. Es posible que una parte importante de esa caída sea simplemente lastre del que nos hemos desprendido, de la misma forma que con el parón nos hemos deshecho de las partículas contaminantes en suspensión.

Sin duda el golpe económico será importante, sobre todo porque el cierre se alarga. Pero antes de lanzar los planes de estímulo de siempre, tal vez convenga reflexionar sobre lo que es útil a la sociedad –la sanidad, los cuidados o la alimentación– para invertir en ello y no perder el tiempo, ni gastar dinero y energías en cosas que se han demostrado inútiles, cuando no directamente nocivas.

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