La selectividad sobrevive, caiga quien caiga

Las pruebas de Evaluación para el Acceso a la Universidad (EAU), la antigua selectividad, comenzaron ayer en la CAV para más de 12.500 estudiantes. En Nafarroa, casi 4.000 se examinaron la semana pasada. En el norte de Euskal Herria, sin embargo, no han tenido que hacer la prueba equivalente, el «baxoa». A falta de evaluación, calcularán la nota teniendo en cuenta las calificaciones obtenidas durante el curso académico. Una solución bastante más lógica y realista en las actuales circunstancias, pero no solamente por el riesgo que entraña reunir a un considerable número de estudiantes, profesores y demás personal en recintos cerrados, sino también porque los últimos meses del curso se han desarrollado sin clases presenciales, una dificultad añadida para muchos estudiantes.
Más significativo todavía resulta que en Nafarroa, por ejemplo, prácticamente se hayan repetido el porcentaje de aprobados de años anteriores, por encima del 96%. Este resultado puede ser debido a que a la hora de calificar los trabajos los examinadores han tenido en cuenta las circunstancias en las que se ha desarrollado parte del curso. Sin embargo, el que sea una proporción que se repite anualmente apunta a que se trata de una prueba que no tiene mayor sentido para alguien que ha aprobado el bachillerato. Funciona prácticamente como un aprobado general que solamente sirve para mejorar algunos expedientes académicos y, posiblemente, empeorar la mayoría, algo que afectará a aquellos con menos recursos reduciendo, de este modo, sus posibilidades de elegir estudios.
Son precisamente las pruebas sin sentido las que más se esfuerza en mantener una Administración burocrática y clasista como la que a todas luces medra en los departamentos de Educación. Si algún año no se realizara quedaría inmediatamente en evidencia su escasa utilidad y decaería sin mayor resistencia. De ahí ese empeño en que se siga haciendo, caiga quien caiga.

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