La viabilidad del comercio es básica para el país

Abrir la persiana, tras cincuenta días, ya es algo. Poder entrar a un negocio que ofrece algún producto o servicio necesario, tras semanas de confinamiento, no es poco. Cientos de comercios y locales abrieron ayer por primera vez sus puertas en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, donde miles de personas acudieron a buscar lo que necesitaban, a coger cita o, simplemente, a comprobar si habían abierto y si estaban bien. Se sumaron a los denominados esenciales, que no hay que olvidar, están exhaustos.


En el mejor de los casos, los comercios abrieron para atender a una clientela que, tras semanas de confinamiento, estaba necesitada. Es el caso de las peluquerías, donde la gente entró desgreñada y salió como un brazo de mar. En otros casos, como en la mayoría de bares y restaurantes, los hosteleros fueron a limpiar, recoger las facturas acumuladas y repensar cómo abrir, cómo hacer viables sus negocios bajo las condiciones establecidas. En el caso de otros comercios, como los textiles u otros servicios, ni el permiso ni las condiciones son suficientes para arrancar. Un ejemplo paradigmático: las agencias de viajes. Nadie es capaz de saber cómo va a ser en adelante viajar, cuáles serán los nuevos confines del turismo. Y así, cada sector y cada comercio, un mundo: los que son propietarios del local, los que lo arriendan, los que viven de rentas, las franquicias, quienes tienen varios empleados, los que sacan lo justo para sobrevivir, los negocios familiares, los que dependen de las temporadas… Ayer fue un día de nervios, hoy sigue siendo de incertidumbre.


El tejido comercial y hostelero vasco ha demostrado una responsabilidad muy grande en esta crisis, adelantándose incluso a los decretos de cierre. Ahora están haciendo el retorno a pulso, diseñando y adaptando protocolos, comunicando… e intentado mantener el empleo. Peleando para ser viables. Son un eje básico de la economía vasca y deberían tener más apoyo y soporte público. 

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