Los retos del independentismo y el legado para las generaciones futuras

Una nación sin estado como Euskal Herria debe de estar permanentemente realizando el ejercicio retrospectivo de mirar dónde se encuentra dentro de su proceso de liberación. Sin ensimismarse y sin nostalgias, desarrollando capacidades y complicidades para afrontar los retos que condicionarán su futuro. El Aberri Eguna consiste también en eso.

En días como hoy, la ciudadanía vasca debe evaluar qué fortalezas y debilidades tiene, a la vez que proyecta al exterior cuáles son sus grandes ambiciones políticas, económicas y culturales. En este nuevo ciclo histórico, el principio rector de «todos los derechos para todas las personas» tiene un gran potencial a desarrollar.

La sociedad vasca está obligada a definir, entre otras cuestiones, qué recursos tiene para resistir al acoso constante de las fuerzas reaccionarias. Si bien en el ambiente electoral español la encrucijada aparece como única, para vascos y vascas no es tan excepcional. Lo cual no le resta importancia. Una respuesta a la altura en las urnas marcará si se resiste o se avanza.

También debe exponer cómo se piensa articular el impulso emancipatorio. La igualdad de la mujer, las libertades de todas las personas, el derecho a votar y a la participación política, unas relaciones sociolaborales justas, no abandonar a nadie a su suerte, el cuidado y desarrollo de las lenguas y culturas, la justicia restaurativa, el espíritu cooperativo, el respeto a las minorías, una educación inclusiva… son ideas y valores centrales para la sociedad vasca. Hay que defenderlos.

El independentismo debe ser capaz de formular una propuesta política que decante a la mayoría de la sociedad hacia la independencia, entendida esta como la opción más viable para construir un Estado democrático y decente que esté al servicio de su ciudadanía. De la que actualmente vive y trabaja en Euskal Herria, sin duda, pero muy especialmente de las generaciones futuras. Una vez roto el esquema de juego político de las últimas décadas, el legado para esas generaciones debería ser una prioridad de los abertzales, de quienes aman al país y trabajan por el bien de sus gentes.

Memoria intergeneracional

En el contexto europeo pocos pueblos tienen un movimiento juvenil tan vibrante, organizado e imaginativo como el vasco. Gazte Topagunea, que estos días transcurre en Lemoa entre charlas, debates, iniciativas y conciertos, muestra los nuevos impulsos políticos y culturales de una tradición que cumple cuarenta años.

Una de las señas de identidad de este movimiento ha sido su capacidad de regeneración ideológica y generacional, a menudo forzosa a consecuencia de una represión también sin parangón en Europa. El arresto, torturas y encarcelamiento de centenares de jóvenes por su militancia ha provocado que una parte importante de la juventud vasca haya perdido muchos años de libertad. Han sufrido graves vulneraciones de derechos humanos sin amparo alguno. Si se quiere reconstruir un relato mínimamente veraz de lo que ha sucedido en el conflicto vasco no se puede obviar este punto. Y esta revisión urge en un momento en el que, con Altsasu y Errenteria en la retina, se reproducen las amenazas.

Ese movimiento está mirando al futuro y como país hay que garantizar que pueda hacerlo en libertad. Hay que tener en cuenta que las perspectivas de la nación vasca tienen más que ver con los retos que afrontará esa generación que con las disputas partidarias de hoy.

McKee y la permanente referencia irlandesa

La relación entre Euskal Herria e Irlanda tiene en estas fechas dos referencias históricas relevantes. Por un lado, originariamente el Aberri Eguna replicaba en parte la Pascua irlandesa y su rebelión. Por otro, el proceso de resolución del conflicto irlandés ha sido una referencia ineludible en el cierre del ciclo histórico marcado por ETA. Por eso, la muerte sinsentido de la joven Lyra McKee en Derry tiene su eco aquí.

McKee, periodista de 29 años y activista por los derechos LGTBI, representaba en parte las preocupaciones de las generaciones de irlandeses que han crecido en la era posconflicto: la libertad sexual, los derechos de las mujeres, la desigualdad, los problemas de marginalidad de los jóvenes… En esa agenda están los retos del republicanismo y nuevas razones para buscar la unidad.

Mirado con perspectiva histórica, en este Aberri Eguna se debe celebrar también la capacidad militante y de la sociedad civil vasca para cerrar el ciclo político de manera ordenada, pese al sabotaje del Estado español. Ese legado tiene un valor incalculable a día de hoy.

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