Maravillas y el cambio, visión corta y luces largas

En pleno desierto informativo veraniego, el conflicto del gaztetxe Maravillas de la Plaza de Nabarreria de Iruñea empieza a copar atención más allá incluso de Nafarroa. El viejo Palacio de Rozalejo, desocupado muchos años, ha ido cobrando vida desde setiembre pasado como foco cultural y comunitario sin que consten problemas con los vecinos ni de otro tipo, pero el Gobierno navarro (con el impulso único de Geroa Bai, uno de los cuatro socios del cambio) ha emprendido una acción judicial que convierte a Maravillas en conflicto y hace temer una escalada de tensión.

Mientras ayer los jóvenes reclamaban la retirada de esa denuncia para abrir un diálogo, la presidenta navarra insistía en la demanda de «desalojo ordenado» y le añadía el calificativo de «urgente». El protagonismo tomado en los últimos días por Uxue Barkos alimenta la percepción general de que, más allá del pleito legal, hay un trasfondo preelectoral en este pulso. A punto de entrar en el curso final de legislatura, se percibe que Geroa Bai prioriza una visión corta del asunto, marcando músculo ante sus socios y ofreciéndose como opción para el votante «de orden», aun a riesgo de acabar reproduciendo esquemas del régimen de UPN (aunque la portavoz Solana prometa «no entrar como elefante en cacharrería») y asumiendo el peligro de meter estos temas en unos tribunales más afectos a los viejos poderes que a las mayorías actuales. Por otro lado, no hace falta recordar el fin de Kukutza en Bilbo o Kortxoenea en Donostia para saber que al sector político que representa en Nafarroa Geroa Bai no le gusta la autogestión.

Hay tiempo y margen para reconducir el litigio, y de hecho ambas partes dicen tener la mano tendida. Pero tampoco es descartable un enconamiento; estas dinámicas no siempre resultan controlables. Frente a miradas cortas, luces largas, porque la derecha de siempre no quiere desalojar Maravillas, quiere desalojar a la nueva mayoría que ha empezado a cambiar el rumbo de Nafarroa tras décadas.

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