Parece evidente que un porcentaje del censo de Ordizia no va a poder votar en las elecciones al Parlamento de Gasteiz de este próximo domingo. Estarán en cuarentena, sin olvidar que una parte de esos vecinos y vecinas habrá caído enferma por coronavirus. Incomprensiblemente, se sigue sin saber el detalle del número de contagios en Ordizia, Beasain, Lazkao e Idiazabal, porque ayer la consejera de Salud, Nekane Murga, no quiso dar esos datos. En torno al 50% de los contagiados serían de Ordizia. Solo a preguntas de los periodistas aceptó Murga que a las 9.00 de la mañana eran 48 las personas contagiadas en este brote, y no 28 como repitió antes en la comparecencia. Puede ser un lapsus, pero coincide con los datos erróneos que sostuvo Iñigo Urkullu en el debate televisado la víspera. Puede ser un error, pero es el enésimo, en el mismo sentido, en este año.

El caso de Ordizia demuestra que, aunque sea contra su voluntad, este Gobierno ha aprendido en ciertos temas. Por ejemplo, la misma responsable que despreció el uso de mascarillas ha decretado su obligatoriedad en Ordizia. Quienes menospreciaron el valor de los test PCR masivos han montado un gran dispositivo. Y está bien que aprendan, porque antes se empeñaron en no atender las evidencias solo porque eran defendidas por la oposición o la sociedad civil. Se obcecaron en errores y los defendieron con falsedades por puro orgullo. Esa soberbia, no obstante, sigue estando presente en la gestión de este brote. La falta de transparencia es terrible. Asumir sin más que habrá gente que no votará por miedo es penoso.

En este contexto, por respeto al covid-19 o por hastío, habrá quien tenga la tentación de quedarse en casa, o irse y no votar. Pero tanta irresponsabilidad, tanto tacticismo, tanto sectarismo y semejante falta de capacidad para trabajar cooperativamente ante una crisis así deben ser contestadas cada vez que haya opción. Que nadie tenga un lapsus y que todo el que pueda hacerlo vote el domingo.