El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, señaló como fecha límite para iniciar la anexión de parte de la Cisjordania ocupada el 1 de julio. Anteayer se superó el plazo sin que el Ejecutivo israelí diera ningún paso. Todo parece indicar que Netanyahu continúa negociando con su principal aliado y prácticamente único valedor del plan, EEUU. El amplio rechazo internacional a la medida ha sumado, incluso, al primer ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson, que publicó un inusual artículo en un periódico hebreo argumentando su posición contraria a la anexión. Es posible que la presión internacional haya hecho algo de mella en la voluntad política de ambos aliados, aunque seguramente haya sido más determinante la complicada situación interna que afronta Donald Trump en pleno año electoral la que le haya llevado a no abrir nuevos frentes en el exterior y centrar sus esfuerzos en la política interna, frenando de ese modo las ansias expansionistas Netanyahu.
Sea lo que fuere, la amenaza ha servido para que las dos principales fuerzas políticas palestinas, Al-Fatah y Hamas, enfrentadas desde que en 2007 el movimiento de resistencia islámico ganara las elecciones, dieran ayer una rueda de prensa conjunta. Ambas organizaciones lanzaron un mensaje de unidad y anunciaron su decisión de hacer frente unidas a la anexión, si esta se llega a producir. Tal es la magnitud del desafío lanzado por Israel, tanto a los palestinos como a la comunidad internacional, que de momento ha logrado poner de acuerdo a las fuerzas palestinas.
En cuanto a la comunidad internacional, la unanimidad  a la hora de denunciar –muchas veces de manera contundente– la falta de respeto a los derechos humanos y a la legalidad internacional por parte de Israel contrasta con su incapacidad para tomar medidas prácticas que obliguen al Estado sionista a cesar sus actuaciones ilegales e inhumanas contra Palestina. Es tiempo de que la comunidad internacional dé pasos prácticos en la resolución del conflicto.