Que dejen de propagar mentiras en su relato

Todo podía haber empezado con una declaración, aclarando que no fue riguroso, que su ideología se antepuso a su ética. Que hizo propaganda y política, ni periodismo ni un trabajo académico. Podía haber admitido que cuando decidió poner en un libro suyo a Begoña Urroz como la primera víctima de ETA, le pareció que el hecho de que fuese una niña y que la organización no hubiese asumido ese atentado le confería a su relato mayor potencia. Podía haber confirmado que para entonces, el año en el que se publicó su libro “Vidas rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA”, ya había leído en las páginas de GARA las pruebas ofrecidas por el historiador Iñaki Egaña desmontando esa patraña. Podía haber aceptado que su obra le pareció mucho más redonda si este caso era «El origen del mal». Claro, tendría que haber dicho que cuando el congreso de los diputados de Madrid decidió ese mismo año declarar el 27 de junio Día de las Víctimas del Terrorismo, no solo no dijo nada, sino que apuntaló esta idea falsa.

Pero no. Ayer, cuando el Director del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, Florencio Domínguez, compareció en Donostia para presentar un informe de su centro en el que el Estado español asume por fin que Begoña Urroz fue víctima del DRIL y no de ETA, no hubo ningún tipo de explicación sobre por qué ha estado mintiendo hasta al menos 2016. Para quienes no lo sepan, Domínguez es el máximo representante del Estado español en el tema de víctimas. En las democracias avanzadas por mucho menos dimiten los cargos públicos.

Sin duda, es mejor que acepten la verdad, aunque sea tarde, a que sigan sembrando la mentira. La verdad siempre es revolucionaria. Por eso mismo, es oportuno advertirles de que, llegados a este punto, no está bien justificar las bondades de la Guardia Civil y hacer negacionismo de la represión franquista en tierras vascas. Tanto la ciencia como la memoria popular les volverá a dejar en ridículo.

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