Que no haya sorpresas no implica aceptar el fatalismo

El sistema electoral por el que se rigen los ayuntamientos, las juntas y el Gobierno de Nafarroa son tan diferentes que un mismo resultado podría dar lugar a gobiernos distintos dependiendo de la institución y los tiempos. Ahora que los yonquis de la política tiran de todas sus referencias –desde las más elevadas hasta las más populares– para ilustrar sus pronósticos, la diferencia equivale a los sistemas políticos que reflejan series de televisión como "El ala oeste de la Casa Blanca" y "Borgen". Solo que dentro del mismo escenario, en el plazo de pocas semanas y con la clase política vasconavarra, catalana y española de por medio. Normal que algunas propuestas evoquen más al plantel de “Veep”, como las de Javier Esparza.

El calendario añade complejidad al asunto, porque primero van los consistorios y en medio está la investidura del Gobierno español, de la mano de Pedro Sánchez. El juicio contra el independentismo catalán concluye estos días, pero perdurará en la retina política de todo el mundo. Todo ello hace que los resultados de las elecciones pasadas parezcan más endiablados de lo que se veían las noches de los comicios.

Aun así, en general, las prioridades de los partidos vascos están claras. El PNV quiere cuanto más poder mejor, aumentar su influencia en Madrid y mantener a raya a EH Bildu. La coalición soberanista busca traducir en poder municipal sus impresionantes resultados y sostener el impulso de un cambio político que ha demostrado que es viable. PSE y PSN tienen como misión principal servir a Pedro Sánchez e intentar hacer a María Chivite lehendakari, a poder ser gratis. Podemos intentará recolocarse a través de acuerdos puntuales, con el problema de que la tracción que trae de Madrid –acuerdo de legislatura con PSOE y PNV– no coincide con la dinámica vasca. PP, Ciudadanos, UPN y Vox tienen que ver qué renta más a la derecha, si concertar abiertamente o mantener las distancias.

Ficción, realidad y profecías autocumplidas

Los pactos en los municipios influirán pero no determinarán lo que sucederá después. Es más bien al revés, tal y como se confirmó ayer en Irun, donde el PNV abandonó la pantomima de que iba a postularse para arrebatar la alcaldía al PSE. Sorpresas, las justas. Ayer, y el 15J.

Eso sí, allá donde exista margen para arrebatar alcaldías a la lista más votada, si de verdad se quiere que no salga adelante una lista, generalmente no bastará con abstenerse. Asimismo, un candidato puede incluso renunciar a presentarse, no vaya a ser que gane. O lo contrario, un progresista se puede presentar abstrayéndose de que recibe el apoyo de los reaccionarios. Además de voluntad o interés, en esta política hace falta valor.

El peso de los cargos, órganos y oposición también es muy diferente en esas instituciones. En los ayuntamientos los alcaldes mandan mucho –al igual que los diputados en las juntas–, los plenos poco y la oposición tiene una posición desesperante –para ellos, sin duda, y a veces también para el resto–. Aquí las cartas se reparten una vez y con esas se juega toda la legislatura.

Por el contrario, un Ejecutivo como el navarro es destajista, el Pleno del Parlamento puede marcar la línea política y la estabilidad se gana con acuerdos o se pierde hasta el punto de tener que convocar elecciones.

En Nafarroa, merece la pena estudiar el periodo que va desde la ruptura del pacto UPN-PSN hasta las elecciones del cambio. Entonces, por ejemplo, la amenaza del PSN fue que podía cambiar sus alianzas a nivel local. Eso no ocurrió y, visto con perspectiva, fue uno de los factores de desgaste del régimen en los pueblos. Mientras tanto, la oposición laminaba al Gobierno de Barcina en el Parlamento y la calle marcaba el ritmo. No se trata solo de analizar lo que pasó entonces, sino de ver qué ha cambiado, que es mucho. En general, el sectarismo no cotiza en la sociedad vasca y acaba pasando factura.

A diferencia de los giros dramáticos de las series, a menudo la política institucional funciona por pura inercia. La respuesta de cada uno de los actores resulta previsible y se rige por el «bussiness as usual». Algunos partidos viven de conocer las taras del resto. Sin embargo, a veces una persona, un movimiento o simplemente una idea resultan disruptivos en un tiempo histórico donde la estabilidad es pura apariencia. Así se abren camino los cambios. Eso sí, si lo que se quiere es acertar el final y que este sea amargo, mejor que a la política es dedicarse a otras ficciones del estilo de “Chernobyl”. Si no, lo importante es no ceder al fatalismo y perseverar.

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