Sant Jordi del 155: cita con un país que marca el ritmo

El de Sant Jordi es un día emotivo para el pueblo de Catalunya, una jornada donde sus gentes se regalan rosas y libros, amor y cultura. Es un gran día para un gran pueblo, culto y resistente, en el que pone las mejores galas a una cotidianidad que ejerce con naturalidad. La celebración de ayer estuvo marcada por el golpe de Estado del 155 que disolvió el Parlament y cesó el Govern democráticamente elegido por los catalanes y que ha desencadenado una ola represiva contra el pueblo de Catalunya, sus líderes y sectores más movilizados, hasta llegar al delirio de prohibir el color amarillo. Sant Jordi fue una cita masiva y reivindicativa. Los gritos de apoyo a los representantes catalanes presos y exiliados resonaron de manera atronadora en el Palau de la Generalitat. La ausencia de un gobierno elegido por el pueblo se hizo presente en forma de hermosos murales de rosas amarillas que, a pesar de todo lo que está cayendo, mostraban todo su esplendor y ternura.

No fue un Sant Jordi cualquiera para un pueblo que ha desafiado de manera poderosa al régimen de 78 y ha demostrado tener una notable capacidad de resistencia al golpe de Estado del 155. La crisis desencadenada por el proceso soberanista de Catalunya es ahora más intensa que hace unos meses y está bastante más internacionalizada. Además, el golpe dado por la Justicia de Alemania a la «doctrina Llarena», que tanto aclama la extrema derecha española, agrieta el castillo de naipes jurídico y represivo con el que pretendían combatir la reclamación catalana de república y libertad.

Más allá de la amarilla ternura solidaria y la resistencia antirrepresiva, Catalunya sigue marcando ritmo. La desconexión emocional es absoluta en buena parte del pueblo. No faltan razones para que, día a día, la ausencia de sentimiento y estima hacia España vaya aumentando. Eso cambia radicalmente las cosas, que nunca volverán a ser iguales. Madrid, donde el nerviosismo es muy visible, lo sabe.

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