Sin medias tintas con la ultraderecha en Alemania

El miércoles fue elegido presidente del land alemán de Turingia el candidato del partido liberal FDP, Thomas Kemmerich, con el apoyo del partido de Angela Merkel, CDU, y del ultraderechista AfD. De este modo se rompía por primera vez el cordón sanitario que impide cooperar de ninguna manera con la ultraderecha. La ruptura provocó inmediatamente un terremoto político en todo el país. El recién elegido presidente no llegó ni a anunciar el nuevo Gobierno, como suele ser habitual, y ayer mismo anunció la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones.

A diferencia de lo que ocurre en el Estado español, de nada han servido las pobres excusas esgrimidas por el candidato de que no había cooperado con AfD. Fue rápidamente desacreditado por el líder de su propio partido. Tampoco han servido los pretextos esgrimidos por los diputados de la CDU de que era el único candidato centrista. La líder del partido, Annegret Kramp-Krarrenbauer, salió inmediatamente a desautorizar la actuación de sus diputados y abogó por la convocatoria de nuevas elecciones. Posteriormente, desde Sudáfrica, Merkel se expresó en los mismos términos y con la misma contundencia.
Algunas voces han aprovechado para recordar que en los próximos días se dirimirá el futuro de la gran coalición entre la CDU y el partido socialdemócrata, cuyos actuales dirigentes no son partidarios de mantenerla. De este modo dan a entender que también ha podido haber cierto cálculo en la reacción de la CDU. Sin embargo, el posicionamiento rápido, claro y contundente de los conservadores alemanes apunta a que la no cooperación con la ultraderecha es, por encima de otros cálculos, una cuestión de principio. Algo que, a juzgar por lo ocurrido, sus bases no comparten completamente.

El primer intento de romper el cerco a la extrema derecha en Alemania ha sido cortado de raíz y sin matices, pero ha dejado detalles preocupantes.

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